Aquí yace la credibilidad europea

La crisis que está sufriendo Chipre amenaza con desencadenar un pánico bancario internacional y al mismo tiempo revela la crisis de confianza entre los miembros de la UE, así como la exasperación de Europa del Norte hacia el que considera su vecino inútil del sur.

Publicado en 21 marzo 2013 a las 11:51

Sin duda, los líderes europeos saben que están asumiendo un gran riesgo con Chipre. El peligro es obvio. Ahora que se obligarán a todas las personas con dinero en bancos chipriotas a que asuman el golpe, los nerviosos depositantes de otros lugares en Europa podrían haberse percatado de que se ha establecido un peligroso precedente. [En el momento en el que se escribió este artículo, el Gobierno chipriota propuso aplicar impuestos a todos los ahorradores.] En lugar de correr el riesgo menor de una indeseada "quita" financiera en el futuro, los clientes de los bancos griegos, españoles, portugueses o italianos podrían optar por sacar su dinero ahora. Si sucediera algo así, volverá la crisis del euro, con una venganza.

Los responsables del plan de Chipre esperan que el riesgo de contagio sea reducido. Creen que los bancos españoles se están recuperando y que Grecia también se ha alejado del precipicio. No hay ningún motivo para que los depositantes saquen conclusiones del peculiar caso de Chipre, cuyos bancos están repletos de dinero ruso.

Puede que sea así. Y sin embargo, los líderes de la UE se han equivocado en estos cálculos antes. En una cumbre en Deauville en septiembre de 2010, anunciaron que los titulares de bonos soberanos en países rescatados perderían algo de su dinero. El resultado fue un empeoramiento severo de la crisis del euro, ya que los inversores comenzaron a exigir unos tipos de interés mucho más altos en los préstamos a países aparentemente con riesgos, como Italia o España.

Dinero duramente ganado para países corruptos

Entonces, después de todos los esfuerzos concienzudos para restablecer el euro, ¿por qué los líderes europeos han hecho una apuesta tan arriesgada en Chipre? La respuesta es que a ellos también se le ha acabado el crédito: el crédito político.

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Esta escasez de crédito adopta distintas formas en Europa del Norte y del Sur. Los líderes de naciones como Alemania, Países Bajos y Finlandia tenían la sensación de que sus votantes y sus Parlamentos simplemente no aprobarían otro rescate, a menos que se impusieran sanciones estrictas.

Chipre es un lugar pequeño, al igual que la cantidad de dinero necesario para apuntalar al país es relativamente pequeña: “sólo” 17.000 millones de euros. El problema es que Chipre también es un ejemplo especialmente claro del déficit fundamental de confianza entre los europeos del norte y del sur. Desde que comenzó la crisis, los medios de comunicación alemanes no han dejado de hablar de la corrupción del sur. A los votantes alemanes se les ha instado a creer que su dinero ganado con tanto esfuerzo iba a ayudar a países fundamentalmente corruptos.

Chipre plantea un problema especialmente grave, ya que sus bancos se han ganado a pulso la reputación de ser paraísos para el dinero sucio de Rusia. La cantidad que “realiza el viaje de ida y vuelta” a través de Chipre, ya que entra y sale de Rusia, realmente indica que la lavadora de la banca chipriota ha estado girando sin parar. Aplicar impuestos a los depositantes con más de 100.000 euros parece un modo eficaz de apuntar al dinero ilícito ruso. La desconcertante y peligrosa decisión de gravar también a los pequeños depositantes demuestra hasta qué punto se ha acabado la empatía, incluso hacia el “pequeño país” de Europa del Sur.

Chantaje con gusto amargo

En teoría, la canciller alemana Angela Merkel y otros líderes europeos podrían haber dicho a sus votantes que tenían que aguantarse y rescatar a Chipre, sin pedir un precio, porque la alternativa es correr el riesgo de que se produzca un pánico bancario europeo que al final desemboque en quiebras bancarias en casa. Pero la reacción posiblemente habría sido una mayor ira e incomprensión por parte de los votantes.

A los líderes de Chipre también les quedaba poca credibilidad política en el resto de Europa. Muchos líderes de la UE se habían mostrado reacios a admitir a Chipre en la Unión en 2004, sin un acuerdo de paz que reunificara la isla. Pero Grecia había amenazado con vetar toda la ampliación de la UE, bloqueando la adhesión de Polonia, República Checa y el resto, a menos que se admitiera a Chipre.
A regañadientes, los líderes de la UE sucumbieron a este acto de chantaje. Pero todo este episodio dejó un sabor amargo, especialmente cuando los votantes chipriotas griegos rechazaron el plan de paz de Annan. El resultado es que, cuando Chipre empezó a tener problemas, no despertó mucha compasión entre el resto.

Sin embargo, el principal problema sigue siendo la brecha de confianza y de culturas políticas entre el norte y el sur de Europa. Antes de la crisis, cuando las cosas marchaban bien, se consideraba políticamente incorrecto, incluso xenófobo, insinuar que los estándares de rectitud en la vida pública variaban en gran medida en Europa y que era un problema de una organización dedicada a una “unión cada vez más estrecha”.

Falta de convergencia

Ahora, está claro que esta falta de convergencia en la confianza y la cultura política es al menos igual de importante que la falta de convergencia económica. También es cierto que los alemanes, los holandeses y los escandinavos tienen sus propios problemas de corrupción en la vida pública y que la caricatura de todo el sur de Europa como corrupto y perezoso es sumamente injusta.Y aún así, es un hecho que la evasión fiscal abunda en países como Grecia e Italia. Esto siempre ha hecho que fuera más difícil convencer a los votantes del norte para que rescataran al sur.

Incluso la observación trivial confirma que las actitudes ante el dinero público varían en gran medida. Hace unos años, me invitaron a una reunión de los embajadores holandeses de todo el mundo. El almuerzo fue una variedad no my apetitosa de sándwiches y patatas fritas que se comían de pie. Sospeché que, aunque las finanzas públicas de Italia y Grecia estaban en peor estado, sus embajadores comían mejor.

Es una anécdota insignificante. Pero es el tipo de diferencia cultural que explica por qué los europeos del norte ahora han dicho “basta” con respecto a los bancos chipriotas.A menos que Europa pueda crear una convergencia real en los estándares de la vida pública, el abismo resultante en la confianza podría acabar primero con el euro y luego con la propia UE.

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