Discurso de Nicolas Sarkozy al Parlamento reunido en Versalles, el 22 de junio de 2009 (AFP)

En la corte de Nicolás I

Producto de una reforma constitucional, el lunes 22 de junio el presidente francés se ha dirigido directamente a los parlamentarios franceses en el marco regio de Versalles. Un "hecho histórico", puesto que el último evento similar tuvo lugar hace siglo y medio. La prensa europea asiste con curiosidad y crítica al "delirio monárquico" de Sarkozy.

Publicado en 23 junio 2009 a las 16:53
Discurso de Nicolas Sarkozy al Parlamento reunido en Versalles, el 22 de junio de 2009 (AFP)

Debería haber sido algo solemne -se impone la presencia del palacio de Versalles-pero en realidad fue "el fiasco de Versalles", titula Libération. Para la inauguración de una reforma institucional votada en julio de 2008, el presidente francés se dirigió por vez primera a los parlamentarios reunidos en el Congreso. Y ha decepcionado. Primero, porque su discurso “clásico”, incluso insustancial, contrastaba con el fasto monárquico del lugar. “ni siquiera la derecha ha ocultado su decepción. Ha sido un discurso inesperado por su carácter…esperado”, escribe el diario de izquierda.

La misma impresión ha causado fuera de Francia. “Cosas revolucionarioa suceden en el palacio de Versalles”, escribe Der Standard. Pero si el presidente francés utilizaba por vez primera su nuevo derecho para dirigirse al Congreso, “el contenido no tuvo nada revolucionario.(…)Lo único destacable: que Sarkozy no va a aumentar los impuestos”, remarca el diario, que subraya el carácter mediático del discurso- y la presencia de Carla Bruni para alimentar este objetivo.

Visto desde Varsovia, la alocución de Nicolas Sarkozy no ha sido un discurso, sino un espectáculo destinado a promocionar su nuevo programa. Y dicho programa, se lamenta Andrzej Talaga en el diario Dziennik, es “una mezcla de populismo, socialismo y nacionalismo”. Con objeto de ayudar a sectores clave de la industria francesa, el presidente francés pone en peligro los pilares de Europa, que son el mercado común y la libre competencia sin falseamiento. “Sarkozy ha machacado estos principios”, escribe el editorialista. Para el diario español El Mundo, el Congreso de Versalles se resume en un “delirio monárquico” del presidente francés. “El evento ha costado un millón de euros”, señala el corresponsal del diario de centro-derecha, que lamenta que esta reunión del Congreso haya caído en la “grandilocuencia”.

" Sarkozy quiere ampliar las reformas para salir de la crisis", titula Le Figaro. En sentido contrario a estas críticas, el diario francés pro-gubernamental defiende al presidente. En su editorial, Etienne Mougeotte, director de la redacción, aplaude abiertamente el catálogo de reformas propuesto por Nicolas Sarkozy y alaba su “innegable altura de miras”, su “firmeza” (en el tema de autorizar que las mujeres lleven burka en Francia), y “su audacia visionaria”. En su opinión, este discurso que “sin duda tenía aliento”, hacía incluso recordar algunas de los “consejos de Kennedy” sobre la Nueva Frontera [política que preveía, entre otros, el bloqueo a la expansión comunista en el mundo, un relanzamiento económico, enviar al hombre a la Luna, y la igualdad entre blancos y negros].Nada más y nada menos.

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El discurso del presidente francés se puede calificar en todo caso de histórico, según el titular de Süddeutsche Zeitung. El diario alemán de centro-izquierda utiliza como titular “Una puesta en escena con gran pompa” y evoca un “aliento histórico, algo nuevo. No era el discurso de aquel del que los medios de comunicación se mofan. A Sarkozy no le hace falta ese marco. Para llegar a los electores, tiene todo el tiempo para hablar en los medios franceses. (…)Pero este presidente no quiere solamente ser reelegido. Quiere dejar huella, cambiar la república a su imagen y semejanza. Con su exhibición en el palacio de Versalles ha dado un nuevo sentido a su papel. Como el presidente norteamericano cuando se dirige a la nación. Es así como espera entrar en la categoría de los grandes presidentes”, concluye el periódico.

Para escapar a la condición de simple presidente y elevarse a la estratosfera del poder, Nicolas Sarkozy no debe contentarse únicamente con un discurso a la americana en la residencia de Luis XIV, también debe cul-ti-var-se, escribe John Walsh en The Independent. “El presidente con modales comunes y anti-intelectual” al que le gustaban “las hamburguesas, las Ray Ban y los Rolex”, cita sin reparo a Céline y “lleva las obras de Zola a desayunos con otros poderosos”. Hace sólo tres meses, la inteligentsia francesa mostró hasta qué punto despreciaba el gusto literario del presidente, comprando de forma masiva un libro que él dijo detestar cuando estaba en el colegio (La Princesa de Clèves). “Se dice que es influencia de Carla”, comenta Walsh, que se pregunta si Sarkozy no correría el riesgo de perder el apoyo de la clase obrera y de los pequeños comerciantes que lo han elegido. Sin embargo, está más bien convencido de que la conversión del Presidente es “sincera, algo muy personal" y lamenta que “nosotros no podamos pensar en una transformación similar de Gordon Brown”.

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