Hacer la ley no es tan simple

La Iniciativa Ciudadana Europea, lanzada en 2011, se supone que es un reflejo de la voluntad de los europeos. Con un millón de firmas, los ciudadanos pueden participar en la elaboración de la política común. Pero ¿cómo estar seguros de sus elecciones? , se pregunta Dilema Veche.

Publicado en 2 abril 2013 a las 11:08

¿Sabe qué es una Iniciativa Ciudadana Europea? Si no lo sabe, no se preocupe. No es por su culpa. Se trata de un maravilloso mecanismo de la democracia comunitaria, que se introdujo en los procedimientos de la UE tras "Los Cambios de Lisboa", (porque no hay muchos motivos para denominarlo Tratado Constitucional). En resumen: los ciudadanos de los Estados miembros tienen la posibilidad de proponer textos de leyes europeas que se aplicarán en el espacio comunitario.

La condición previa es que la iniciativa la valide la Comisión Europea (de lo contrario, nos encontraríamos rápidamente con demandas de anulación de impuestos). A continuación, la petición debe reunir las firmas de al menos un millón de europeos, procedentes como mínimo de siete Estados miembros, en un plazo máximo de un año. Aún se discute sobre la posibilidad de utilizar la fórmula de voto a través de Internet y algunos Estados miembros ya ponen en duda los procedimientos de validación del millón de firmas.

Hasta ahora, sólo una iniciativa de este tipo ha logrado reunir el número necesario de firmas: la relativa al acceso al agua como derecho humano universal. En cambio, otra ha conseguido resultados mediocres: la propuesta de limitar a 30 km/h la velocidad máxima en las zonas urbanas.

Garantizar el pluralismo

Entre estas propuestas (que lo cierto es que no son muy numerosas), se encuentra una cuyo objetivo es modificar el marco legislativo actual con el fin de garantizar el pluralismo de los medios de comunicación y la independencia política de los organismos nacionales de regulación.

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En definitiva, se trata de luchar en contra de la concentración de los medios de comunicación (y los excesos de sus magnates) y a favor de la independencia política de los Consejos Superiores Audiovisuales de los Estados miembros. ¿Beneficiaría al ciudadano? Indiscutiblemente. ¿Aseguraría una información más correcta y contribuiría a restringir la propaganda presentada bajo la etiqueta de periodismo imparcial? Sin duda. ¿Contribuiría a la evolución continua de la sociedad [como recuerda la misma definición de la Iniciativa Ciudadana Europea]? Por supuesto. Y entonces ¿qué es lo que me hace ser tan escéptico ante el éxito de esta iniciativa? Varios detalles.

El primero es relativo a la novedad del procedimiento en sí mismo. Bruselas sólo está preparada para digerir una iniciativa ciudadana sobre el papel. Es algo nuevo, no estamos seguros de que funcione ni dónde surgirán los puntos de resistencia.

El segundo detalle tiene que ver con los intereses divergentes. Sin promoción, no se puede "vender" la idea y la recogida de firmas puede resultar extremadamente ardua. Sobre todo en materia de pluralismo de los medios de comunicación, un concepto un tanto difícil de explicar. El ciudadano, en cuyo interés se actúa, responderá directamente: "Pero si ya tengo pluralismo, señorita, si soy de los que insulto a Traian Basescu (el presidente de Rumanía), veo Antena. Si no me gusta Victor Ponta, tengo B1, y si quiero algo más serio, me queda Romania TV, porque cerraron la cadena OTV (que pertenecía a Dan Diaconescu), esos bribones". A ver cómo le explica alguien que le beneficiaría poder acceder a una información de verdad, sin propaganda. ¿Quién se lo explica?

Enemigos naturales poderosos

Otro detalle sin importancia: ¿quién se encargará de la campaña de promoción de la iniciativa? Más allá de la prensa en línea, no hay casi nadie que lo haga. Los grupos de prensa privados son los enemigos naturales de la iniciativa. Podría haber bastantes medios de comunicación públicos, pero en este momento no están en condiciones de hacerlo en ninguna parte de Europa. Quizás lo hagan en un futuro, pero sus audiencias en total distan mucho de ser las de la competencia comercial. Además, tenemos ese detalle llamado los "recursos humanos y financieros necesarios". Resulta difícil imaginar quiénes serían los patrocinadores, más allá de las asociaciones de periodistas...

En definitiva, se trata de una iniciativa ciudadana útil para la democracia, con enemigos naturales muy poderosos (prácticamente todos los conglomerados mediáticos de Europa), que no tiene visibilidad fuera de Internet, que dispone de muy pocos fondos y que se basa en un mecanismo cuyo funcionamiento aún no ha calibrado Bruselas. Sin olvidarnos de que la iniciativa actúa en el interés de poblaciones de consumidores que son la audiencia y que compran masivamente precisamente a los que la supuesta legislación aspira a responsabilizar más. Una especie de servicio no solicitado.

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