Una ciudadanía europea de papel

Los tratados europeos garantizan los derechos de los ciudadanos y consumidores. Pero en la práctica, son innumerables los incumplimientos de estos principios, sobre todo con respecto a los ciudadanos de otro Estado miembro.

Publicado en 8 abril 2013 a las 10:35

Desde hace un tiempo, casi todas las cadenas de televisión rumanas emiten anuncios sobre el tema "Soy ciudadano europeo y tengo derechos".
En ellos, se presenta al ciudadano en situaciones concretas del día a día: compra un ordenador portátil que no funciona, quiere devolver un producto que ha adquirido por Internet o su habitación de hotel no tiene aire acondicionado.
Ante la negativa de los "proveedores de servicios", asesta con un tono decidido y seguro: "¿Sabe quién soy? Soy ciudadano europeo y tengo derechos". Sí, la campaña es útil. El ciudadano rumano-europeo aprende que la UE le aporta ciertos derechos: puede devolver un producto que no le conviene o reclamar indemnizaciones.

Pero esta campaña se basa en el estilo un tanto aburrido e insistente de la Comisión Europea y sus funcionarios: desde hace años se concretiza en Europa en forma de folletos y otros anuncios publicitarios destinados al "ciudadano europeo". Pero el ciudadano europeo, aunque de este modo pueda conocer sus derechos si el ordenador sufre una avería o si se encuentra carne de caballo en un paquete de lasaña, parece estar desmoralizado últimamente. Porque no se respetan algunos de sus derechos, entre los que se encuentran los "pilares de la construcción europea" (como el de trabajar e instalarse en cualquier lugar de la UE). Atrás quedó la época en la que se hablaba de una "Europa de los ciudadanos", pero toda esa retórica deliberadamente confiada y rebosante de eslóganes se quedó en la fase de "material informativo" elaborado por la Comisión.

Hay que ser solidario

La crisis económica no es la única culpable, aunque la austeridad siga presente en nuestro envejecido continente. Por ejemplo, por decisión europea, se han saqueado las cuentas de los ciudadanos europeos chipriotas. Pero esto está motivado por el rescate del euro, que es la moneda de todos, por lo que hay que mostrarse solidarios. Sin embargo, esa solidaridad en el desorden y decidida desde arriba no puede funcionar mientras en la Unión proliferen los aislacionismos y se vuelva a poner de moda el motivo bíblico del "chivo expiatorio".

La idea de que las instituciones europeas no tienen legitimidad democrática y por consiguiente, no representan a los ciudadanos, la han recuperado en muchos países los partidos populistas: la culpa de "los otros" es una artimaña sencilla con la que se consiguen votos. Los británicos, cuyo euroescepticismo siempre ha sido fuente de diversión garantizada, desde hace un tiempo han vuelto a caer en la triste obsesión de la invasión rumano-búlgara.

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Los hechos hablan por sí solos: han fracasado estrepitosamente las políticas contra la inmigración que concibieron y aplicaron los Estados-naciones europeos. Europa está repleta de millones de inmigrantes venidos de todos lados y en todo tipo de condiciones (sobre todo de forma ilegal).

Una idea bella y noble sobre el papel

Sí, es cierto que algunos ciudadanos europeos han salido de Rumanía por pobreza. Sí, algunos de ellos se comportan "como inmigrantes". Sí, algunos trabajan en negro (pero entonces el problema sería más bien el hecho de que los Estados no logran erradicar la economía sumergida y no que no se aplique el "pilar" de la UE que trata sobre la libre circulación de los ciudadanos). Alrededor de dos millones de rumanos lo único que han hecho ha sido seguir este principio al pie de la letra. Porque este principio no se incluyó en los tratados únicamente para que lo disfrutaran aquellos que pasan sus años de jubilación en Canarias y en el sur de Portugal...

Puede que Rumanía no realice importantes contribuciones a la UE, pero hay que concederle el crédito de esa idea bella y noble sobre el papel que es el derecho de los ciudadanos europeos a instalarse en cualquier lugar de la UE. Por desgracia, nuestro Viejo Continente, que pronto realmente necesitará a los inmigrantes, delega en los Estados-naciones la responsabilidad de las normativas sobre los "extranjeros". Y así deja la puerta abierta a nuevos fracasos que no pueden compensarse en ningún caso con el derecho a recibir indemnizaciones por unas vacaciones sin aire acondicionado...

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