Elige un idioma
Por fin llega una buena noticia de Luxemburgo. Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea han decidido transmitir a la Comisión Europea la solicitud de candidatura de Serbia a la UE.
La decisión se ha tomado por consenso, después de que Países Bajos presionara para condicionar este proceso a la detención de Ratko Mladic, acusado de crímenes de guerra y de genocidio por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY).
No obstante, se ha tenido en cuenta la determinación de Países Bajos. Los Veintisiete han insistido en que cada etapa de una posible adhesión deberá ser aprobada por el conjunto de los gobiernos de la UE y en que Belgrado debe cooperar plenamente con el TPIY. En otras palabras, Belgrado debe detener a Ratko Mladic y a los demás fugitivos.
Es el turno de Belgrado
La pelota ahora se encuentra en el campo serbio. Y no sólo en lo que respecta a la detención de Mladic, una condición que, según el TPIY, Serbia está tardando en cumplir. En el cuestionario que se enviará en breve a Belgrado, Serbia debe responder sobre lo que ha realizado para satisfacer los criterios políticos y económicos de la adhesión a la UE, para luchar contra la corrupción y para entablar un diálogo con Kosovo.
Tal y como ha recordado Štefan Füle [comisario europeo de Ampliación], el apoyo que Serbia ha obtenido de los responsables europeos es directamente proporcional a las expectativas que tienen éstos con respecto a Belgrado.
Por lo tanto, la euforia durará poco. Si no queremos ser la eterna prometida, es necesario ponerse manos a la obra sin demora. Es el momento de realizar cambios profundos, por difíciles que sean. Tras la nefasta experiencia con Bulgaria y Rumanía, Bruselas no deja de reiterar que Serbia no podrá entrar en la UE por la puerta pequeña. La Unión Europea no se dejará embaucar con ningún farol.
Reacciones
La UE es nuestra última oportunidad
“Es una fecha histórica para Serbia”, afirma en La Stampala periodista serbia Jasmina Tesanovic. En su opinión, “después de veinte años de sanciones, de aislamiento y de crimen legalizado, Serbia está a las puertas de la Unión, con sus estándares en materia legal sobre el racismo, el sistema judicial, los derechos del hombre y los crímenes de guerra”. El camino de Belgrado a Europa parecía haber empezado bien al principio de la década de 2000, pero, tras el asesinato del Primer ministro Zoran Djindjic en 2003, las cosas se complicaron: nació un “nuevo nacionalismo”, que unió a los nostálgicos de la “Gran Serbia” con los fanáticos ortodoxos en una lucha contra la independencia de Kosovo. Un nacionalismo capaz aún de causar estragos, como se vio con motivo del desfile del orgullo gay de Belgrado o del partido de fútbol entre Italia y Serbia. “La UE es la última oportunidad que se le presenta a Serbia para afrontar ese mal interno que dura desde hace diez años. Llámenle homofobia, hooliganismo, crímenes de guerra o corrupción”, escribe Tesanovic: “El hilo conductor lleva al Tribunal [penal para la exYugoslavia] de La Haya, quien ha dado luz verde a Serbia en Europa. Es una decisión sabia, ya que Serbia se encuentra en el centro de Europa: es mejor hacer de Serbia una parte de Europa que arriesgarse a que Europa se convierta en otra Serbia”.
