Siempre es mejor prestar atención a lo que dice Angela Merkel. Sus adversarios del plan nacional ya lo han vivido en carne propia, y la lección también sirve para el resto de Europa. La canciller alemana piensa realmente lo que dice.
De tal manera, cuando Merkel anunciaba la primavera pasada, justo después del plan de rescate provocado por el pánico ante la crisis griega y del euro, que había que evitar que un tal episodio se repitiera de nuevo y que se imponía una revisión urgente de los tratados europeos, no hablaba por hablar.
Ahora, Angela Merkel ha conseguido que el presidente francés se una a su proyecto. A pesar de que el resto de Europa ponga el grito en el cielo, la canciller obtendrá la mencionada revisión, puesto que no hay otra alternativa.
Este escenario parece cada vez más inevitable y apenas hay dudas de que los diputados europeos y los ministros de Asuntos Exteriores no tardarán demasiado en darse cuenta. Las garantías financieras —implementadas por los Estados de la zona euro para proteger a la moneda única— expiran en 2013 y Alemania no participará en la próxima edición ni en una institucionalización de este plan de rescate, aun cuando sea en nombre de los principios constitucionales.
En ese momento, si no antes, los mercados financieros acabarán por asaltar los países sobreendeudados del sur de Europa. Es preciso, pues, idear un mecanismo que permita una reducción ordenada de la deuda y, sobre todo, hacer participar a los acreedores, es decir, a los especuladores, en los costes de los daños generados.
Dando lecciones en Europa
Queda por saber si este mecanismo pasa por la supresión del derecho de voto de ciertos Estados miembros (en el Consejo europeo), lo cual sería una humillación, si dicho mecanismo requiere de la bendición de un referéndum como toda revisión de tratados europeos, o bien si existen otros medios.Angela Merkel sabe que es mejor no presionar a los franceses o a los irlandeses para que celebren un referéndum sobre Europa. Y tal circunstancia podría igualmente valer para Alemania.
Todos estos argumentos son difíciles de refutar. Pero, ¿qué sucede con el estilo político? ¿La percepción de la mayoría de los Estados europeos, que también es difícil de refutar, según la cual el directorio franco-alemán ha cometido un nuevo golpe de fuerza, tiene algún fundamento? ¿O bien Alemania se comporta casi como la maestra de Europa, campeona de exportaciones y gigante del crecimiento, todopoderosa en el corazón del continente?
Las reacciones del gobierno luxemburgués y del Parlamento europeo muestran que la cancillería ha caído de bruces en la trampa de la hegemonía, a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo. La situación económica de Europa es peligrosa.
No se trata de una oposición entre este y oeste o entre norte y sur. Se trata del centro, el cual se aleja cada vez más de la periferia. Se trata de Alemania, que actúa como un imán en detrimento de sus vecinos. Si además de su irresistible poder económico, Alemania se erige como adalid de las lecciones políticas, se masca la revuelta.
Habla y actúa de forma directa
El ex canciller alemán Helmut Kohl solía decir que él se inclinaba siempre dos veces ante la bandera francesa. El exministro de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, filosofaba sobre la dialéctica europea: Alemania debe llevar las riendas de Europa sin que nadie se dé cuenta de ello.
¿Y Angela Merkel? Es tan directa de palabra como de acción. Lo que resulta difícil de aceptar por parte de los Estados de la periferia, que notan doblemente su debilidad, es que el poder económico alemán es ineludible y que es siempre Berlín quien acaba dictando las leyes del juego. Angela Merkel no sólo debe hablar sino también escuchar. Uno puede oponerse dos veces en menos de seis meses y lograr que le den la razón, pero a la tercera, surgen los problemas.