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“Míster Euro” bajo el fuego

El presidente del Eurogrupo se gana cada vez más críticas. Tras algunas meteduras de pata políticas, ahora se le acusa de escuchar en demasía a su equipo, compuesto de arrogantes funcionarios del Ministerio de Finanzas holandés.

Publicado en 28 mayo 2013 a las 11:34

A las 19:30 del 13 de mayo se dio por terminada la reunión de los 17 ministros de Finanzas de la zona euro. Una hora muy temprana para lo que era habitual. "El Eurogrupo por fin tiene un gestor eficiente", sentenció un diplomático de un país de la zona euro. Y que ser capaz de atar en corto las riendas de las reuniones es uno de los pocos piropos que ha recibido el ministro neerlandés Jeroen Dijsselbloem desde que se convirtió en el presidente del Eurogrupo en enero.

Las investigaciones llevadas a cabo entre funcionarios europeos de alto rango y nacionales, así como otras partes involucradas, arrojan una larga letanía de quejas al respecto. Uno de los temas que suscita más irritación entre todos los implicados es que funcionarios del Ministerio de Finanzas del Gobierno neerlandés están haciéndose poco a poco con la coordinación del Eurogrupo. Y como resultado, el punto de vista que se tiene en conjunto posee mucho más sesgo holandés del que solía.

A diferencia de su predecesor, Jean-Claude Juncker, Dijsselbloem ha asignado un alto número de funcionarios gubernamentales al Eurogrupo, por lo que parece que se confirma el antiguo estereotipo de que los holandeses “hablan demasiado y les gusta decir al resto cómo tienen que hacer las cosas”.

Un presidente a tiempo parcial

Los alemanes orquestaron la designación de Dijsselbloem. Cuando Juncker anunció que dejaba su puesto el año pasado, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schauble, quiso ser su sucesor. Sin embargo, casi todo el mundo se oponía a esta idea, porque una dominante Alemania se convertiría entonces en dueña y señora de la eurozona. Cuando Dijsselbloem sustituyó a [Jan Kees] de Jager en noviembre, los Países Bajos parecían adoptar una postura más moderada. Schauble comenzó a verlo como una alternativa leal. Muchos expresaron sus recelos. Otros preguntaron si "es un cargo que un ministro puede hacer ‘adicionalmente’”, especialmente al tratarse de alguien nuevo en el puesto de ministro. Sin embargo, Schauble no quería un presidente a tiempo completo. Su argumento era que, antes de darse cuenta, se habría creado una nueva institución europea. Schauble quería que la presidencia fuese a "una capital europea" porque al menos allí la gente sabe qué está pasando en el mundo.

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No obstante, tal y como confirman muchas fuentes, Schauble cambió de opinión. Según fuentes bien informadas, la canciller Angela Merkel también aceptó la idea de que el Eurogrupo tenía que tener un presidente permanente. Había un par de buenas razones que así lo exigían.

A la escucha de su personal en La Haya

En primer lugar, en febrero Dijsselbloem rechazó excluir la posibilidad de que los titulares de cuentas tuviesen que hacerse cargo de las pérdidas de los bancos chipriotas. Esto conllevó que se sacase una gran cantidad de capital de Chipre. Después, en marzo, se produjo la larga noche de negociaciones en Chipre. Muchos participantes amenazaron con hacer valer su veto, con lo que evitar dichos vetos constituyó un objetivo en sí mismo. El resultado fue una decisión censurable: la gente que tenía ahorros bancarios inferiores a 100.000 euros, que estaban cubiertos por el Sistema de Garantías de Depósitos de la UE, perdió dinero. Muchos pusieron en duda que eso hubiese tenido lugar si Juncker hubiese estado al mando. Sin embargo, Dijsselbloem, que primero escucha los consejos de su personal en La Haya, no llegó a tomar medidas.

Otro problema al que se enfrenta Dijsselbloem es que Bruselas parece estar sometida a una especie de nostalgia por Juncker. De hecho, quien fuera la única persona que desempeñó el papel de presidente del Eurogrupo (desde 2005), Juncker, encarna un estilo bastante peculiar de federalista europeo, caracterizado por su autoridad. La gente parece haberse olvidado de su desaliñada apariencia y su problema con la bebida.

El enfado de Berlín

Más tarde, Berlín se disgustó por los comentarios de Dijsselbloem vertidos en el diario Financial Times a finales de marzo, afirmando que los titulares de cuentas, en el futuro, deberán pagar más por salvar a los bancos. Los países europeos todavía están negociando sobre el tema. No todos apoyan la idea, pues no hay acuerdo sobre el plazo para llevarlo a cabo, o sobre la cuestión de si los accionistas, y titulares de bonos o de cuentas deberían ser los primeros en sacrificarse.

Las acciones de los bancos europeos se hundieron tras los comentario de Dijsselbloem. Según un funcionario europeo, esto no le costará la cabeza. "De todas formas, si la notación crediticia de algún banco europeo es revisada a la baja, tendrá que irse".

Demasiados sombreros

La cuestión es saber si el nombramiento de otro ministro en el puesto de presidente evitaría estos problemas. Esa es la razón por la cual nadie defiende la nominación de otro ministro al puesto de presidente a tiempo parcial, sino optar por alguien que pueda comprometerse en una tarea a tiempo completo y que no esté sujeto a una Administración nacional, y por tanto pueda servir al interés común. "Lo mejor que puede hacer el Eurogrupo", señala Peter Ludlow, un reconocido historiador del Consejo Europeo, "es nombrar a un presidente permanente, experimentado, neutral. Un candidato a tiempo parcial que intente ponerse dos sombreros diferentes no funciona".

Todo el mundo está de acuerdo en que el Eurogrupo no es fácil de controlar. El grupo está no solamente compuesto de hasta 17 ministros, sino también de tres miembros de la troika: el BCE, la Comisión Europea y el FMI. Las reuniones son algunas veces tan complicadas que los grupos se dividen para alcanzar acuerdos antes de intentar convencer al resto. Algunas deiciones son preacordadas por los países de la "triple A". En otras ocasiones, es el [Club de Fráncfort], compuesto por los países de mayor tamaño del euro, con el BCE y el FMI. Nada parece estructurado y en ocasiones los Estados más fuertes abusan de los débiles.

"Un vestigio del siglo pasado"

"El Eurogrupo es un vestigio del siglo pasado. Simboliza todo lo que hay de equivocado en la arquitectura de Europa", señala por su parte Guntram Wolff del laboratorio de ideas Brueghel. En todo caso, eliminar el derecho de veto de los países en el Eurogrupo, en caso de que los Gobiernos se decanten por esta opción, exigiría una enmienda al Tratado de la Unión Europea.

Tal enmienda podría llevar años. Una alternativa puede ser elaborar un tratado separado para la eurozona, que incluya únicamente a los países del euro. Esto también llevaría largo tiempo. Hasta entonces, el Eurogrupo tendrá que ocuparse de ello. Esto significa que todo estará bajo sometido a la supervisión y el tacto del presidente. Y eso, quizá, es demasiado para un ministro.

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