Habitantes de Narva depositan flores al pie de la estatua celebrando la victoria de 1945, el 9 de mayo de 2009

La mini Rusia que quiso separarse

Hace 20 años, la región de I'Ida-Virumaa votaba a favor de su autonomía. Pero el Estado estonio detuvo la iniciativa. Hoy, los 146.000 habitantes de la región, en su mayoría rusos, viven sin reivindicar su independencia, pero al margen del resto del país.

Publicado en 19 julio 2013 a las 13:38
Habitantes de Narva depositan flores al pie de la estatua celebrando la victoria de 1945, el 9 de mayo de 2009

“¿Qué referéndum? No, no sabía nada”, se sorprende Julia [rusófona] de 42 años, habitante de Narva, con ocasión del 20 aniversario del referéndum sobre la autonomía de su región, I'Ida-Virumaa. Sin embargo, en dichas elecciones ganó el sí [con un 54% de los votos y una participación del 52%] y en ese momento fue un motivo de preocupación para las débiles fuerzas que defendían la joven República Estonia.
La consulta se organizó los días 16 y 17 de julio de 1993 en tres localidades de la región: Narva, Kohtla-Järve y Sillamäe. A pesar del resultado, el Tribunal Estatal estimó que los referéndums de las tres ciudades eran contrarios a la Constitución y el movimiento por la autonomía se fue desinflando poco a poco. Por ello nunca llegó a crearse la Transnistria de Estonia [en referencia a la región rusófona que se independizó de Moldavia pero que no cuenta con el reconocimiento de ningún país].

Por entonces, la situación planteaba más de un problema. Narva era una ciudad en la que coexistían la bandera blanca, negra y blanca estonia y la estatua de Lenin. “[[Fue la experiencia más fuerte que he vivido: me encontré con tres cosacos en carne y hueso]] a la salida del gabinete de Vladimir Tšuikin, presidente de la asamblea municipal”, recuerda Rein Annik, de 78 años, que entonces era director de la red eléctrica de la ciudad. Se acuerda de esos hombres forzudos y bigotudos, que llevaban una espada a la cintura y el susto que le produjeron. Ese día, Tšuikin le había preguntado si era posible instalar un campamento y electricidad en el punto de control entre lo que iba a convertirse en la región autónoma y la República de Estonia.

La negativa de la población rusófona

El modelo a seguir para los partidarios de la autonomía de la región era la República rusófona y pro-imperial creada en 1992 cerca del río Dniester en Moldavia. “Como Tšuikin era originario de ese lugar, tuvo la idea de importar sandías de allí, un producto inusual por entonces. Comprendí que se trataba de algo más que simples sandías”, cuenta Rein Annik.

Mihhail Stalnuhhin, exalcalde de Narva, hoy diputado, cree que lo que desembocó en el referéndum fue, por un lado, el intento de una élite originaria del comunismo de aferrarse al poder creando esta región autónoma. Por otro, una profunda decepción relacionada con la llegada al poder del Gobierno de Mart Laar [pro-nacionalista] y la adopción de una política de ciudadanía muy estricta que había dejado a la mayoría de rusos que vivían en Estonia sin ciudadanía.

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“Desde el principio, sentimos una cierta injusticia”, explica Stalnuhhin, de origen ruso. En su opinión, las primeras leyes adoptadas en Estonia no tenían en cuenta en absoluto a la población rusófona. “En 1991, en Narva sólo había dos profesores de estonio titulados para 15 colegios y 13.000 alumnos. Los demás profesores eran simples estonios, sin ninguna formación concreta. ¿Acaso podemos reprochar a las personas normales [los rusófonos] que no dominen el idioma estonio?”.

Pero ¿cómo es posible que en Narva hoy reine la calma? “La legislación estonia nos ofrece hoy la posibilidad de defender nuestros derechos. Entonces no era posible”, explica el diputado.

Un Estado dentro de otro Estado

Según Rein Annik, lo que contribuyó a devolver la calma a la región fueron las primeras medidas concretas aplicadas por el Estado estonio. Unos meses después del referéndum sobre la autonomía, se trasladó la estatua de Lenin de la plaza central al patio del museo. La cantidad de flores que se depositaba cada año en abril a los pies del monumento, con ocasión del aniversario del padre de la revolución, fue disminuyendo con el paso de los años.
Sin embargo, el traslado de la estatua de Lenin al museo no significó la victoria de la bandera estonia. Los primeros años tras la independencia, había cerca de 10 representantes de origen estonio en el consejo municipal. Hoy sólo queda uno. Esta situación es frustrante para Annik. Según comenta, el Estado estonio está mucho menos presente en la región que a comienzos de los años noventa. “Un habitante de Narva de origen ruso no sabe nada del Estado estonio ni de la situación del país”, afirma Annik. “La televisión es en ruso, los habitantes se comunican con la familia que se quedó al otro lado de la frontera, en Rusia. [Aquí no se mantiene ningún vínculo con la República Estonia]]. Los niños hablan inglés, pero pocos hablan estonio".

Por su parte, Katri Raik, directora del colegio, señala que si se tiene en cuenta el mapa de la movilidad de las personas [dentro del país], la ciudad de Narva [cuya población es rusa en un 96%] es como un Estado dentro de otro Estado. Nadie se marcha del lugar y nadie viene a vivir aquí.

Según Annik, el único elemento atrayente de Narva es el consulado ruso ante el cual se forma una cola de espera. Considera que el Estado debería comportarse de otro modo: "Ningún primer ministro ha hecho nada para que esta región sea más estonia. Han dejado que las cosas sigan su curso", lamenta Annik.

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