La moneda de la discordia

Las diferencias entre las economías europeas no son molestas en el marco de la unión monetaria. Pero en tiempos de crisis y de ausencia de cooperación, estas diferencias acentúan las divisiones, señala un economista francés.

Publicado en 24 noviembre 2010 a las 12:14

Los desequilibrios comerciales y monetarios mundiales exacerban las tensiones entre las grandes zonas económicas, así como entre los países de una misma región. La última reunión del G20 no ha hecho más que subrayar los obstáculos para llegar a una solución cooperativa. Desde luego, es probable que el brazo de hierro chino-estadounidense termine en un armisticio, pues no olvidemos que Wal-Mart necesita las fábricas de Shanghai tanto como Pekín precisa de Wall Street.

Ante este gran mercadeo, Europa se muestra impotente, pasiva, marginada y dividida. En medio de la gran disputa monetaria internacional, el euro sirve como variable de ajuste. Tras la crisis griega en el sur, la zona euro está de nuevo bajo tensión, esta vez en el norte, con el caso de Irlanda. El riesgo de un posible ataque de los mercados financieros contra una de las grandes economías de la Europa del Sur, incluso Francia, cada vez es más claro, puesto que la Unión Europea se revela incapaz de llevar a cabo una verdadera política cooperativa. A la esperanza de una Europa unida le ha sucedido una Europa multipolar.

Alemania mira hacia el este

Fuera de la eurozona, el polo británico conserva su libertad de maniobra. El Reino Unido se aleja cada vez más del continente. La caída de la libra y los lazos con la Commonwealth y el Extremo Oriente, le van a permitir estimular su industria, y quizás hasta jugar el papel de portaaviones de los países emergentes en Europa.

En el seno de la zona euro, el polo germánico ocupará a partir de ahora un lugar central, con la mirada puesta en el este. Nuestro vecino se vuelve así a encontrar con su zona de influencia histórica, después de que antaño la amenaza soviética y el muro de Berlín la hicieran bascular hacia el oeste. Alemania se vuelve ahora hacia los países del este y de Oriente.

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Una Alemania industrial que no cesa de apoderarse de partes del mercado en detrimento de los demás países europeos. Una Alemania cuyos excedentes no son sino el reverso de la moneda del déficit de sus vecinos. Los países de la Europa del Este son sus talleres industriales; Rusia, su filón de materias primas y energía; y China y el Extremo Oriente, los clientes para sus bienes de equipo.

Por otro lado, los países del sur de Europa van a la deriva. España desciende a los infiernos tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, mientras que la industria italiana se halla atenazada entre las embestidas de la industria alemana y la competencia de los países emergentes. Sólo le resta la economía subterránea…

Especialización por países y falta de cooperación

En cuanto a Francia, falta una estrategia coherente. La política de austeridad pone en apuros su modelo económico basado en el consumo. En el ámbito industrial, el Hexágono ha perdido productos de consumo frente a los países emergentes. Los bienes de equipo sufren los ataques continuos de la industria alemana. A este respecto, la pérdida por parte de Alstom de un mercado para Eurostar en beneficio de Siemens es mucho más que un símbolo. En realidad, el problema de Francia estriba más en lo que hace Alemania que en China.

Europa está pues más desunida que nunca. A pesar de que en un principio la moneda única hacía esperar una convergencia de las economías, al final se ha impuesto la divergencia. Cada país se ha especializado; una evolución por otro lado predecible. Para ello bastaba con remitirse a la teoría de las ventajas comparativas.

La especialización de los países parece algo normal en el seno de una unión monetaria, pero los promotores de la moneda única no habían previsto la ausencia de cooperación, el oportunismo de las estrategias ni la fragilidad de las solidaridades. Finalmente, desde la instauración del euro, predominan los intereses nacionales.

Y es demasiado tarde para dar marcha atrás. Un decenio de divergencias fiscales, presupuestarias, sociales, salariales e industriales en el campo de la innovación han dejado huellas indelebles en los modelos económicos respectivos.

Una moneda sobreevaluada

El rechazo al federalismo debilita cada vez más la unión monetaria. Los países del sur de Europa – y Francia – se enfrentan al problema dramático de una sobreevaluación de la divisa europea. ¡No sólo frente a los países emergentes! Varios países tienen un grave problema de competitividad respecto a Alemania.

Un aspecto a analizar con más detenimiento es que actualmente están operando gran parte de los mecanismos que provocaron el estallido del Sistema Monetario Europeo (SME) en el bienio 1992-1993. En aquella época, bajo el golpe de los ataques a los mercados, las monedas de Italia y España se habían devaluado y la libra había sido expulsada del SME. En pocos meses, se había reorganizado el conjunto de las paridades, y a raíz de esto el marco se había revaluado.

Por supuesto, el contexto es diferente. La libra ha conservado su libertad, y con el euro la capacidad de resistencia es más fuerte. Pero ninguna devaluación, ni ningún otro mecanismo, permite a los países debilitados recuperar rápidamente su equilibrio y su competitividad. De la misma manera, nada obliga a Alemania a una revaluación, lo cual constituye para este país una fantástica oportunidad.

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