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La energía, una cuestión electoral de lujo

La “transición energética” resulta cada vez más costosa a los alemanes, que cada vez están menos dispuestos a asumir su precio. La factura de la electricidad no deja de subir y el próximo Gobierno tendrá que enfrentarse a los errores cometidos hasta ahora.

Publicado en 13 septiembre 2013 a las 11:48

Con pequeños gestos se obtiene grandes resultados. Es algo que no ignora Peter Altmaier (CDU), el ministro de Ecología alemán. Por ello ha recopilado una serie de consejos prácticos en una guía para ayudar a cada ciudadano a que contribuya día a día a la causa de la transición energética, ese "proyecto del siglo" que tanto menciona la canciller.

Se trata de demostrar al ciudadano cómo reducir su consumo de electricidad, ahora que su participación financiera en la energía verde, trasladada a las facturas, se dispone a pasar de los 5,3 céntimos el kilovatio-hora actuales a 6,2 o incluso 6,5 céntimos, según las previsiones del Gobierno. Es decir, se trata de un aumento de cerca del 20%, por lo que el consumidor alemán ya paga la factura de electricidad más elevada de Europa.

Esta escalada de las tarifas es [fundamentalmente] el resultado de nuevas subidas e impuestos diversos, producto de la imaginación del Estado. Pero ni las pensiones ni los subsidios de desempleo se ajustan de forma automática a las tarifas de electricidad. Cada año, más de 300.000 hogares se quedan sin suministro eléctrico por impago de facturas. Cáritas y otras asociaciones emplean un nuevo término para designar este fenómeno: la "precariedad energética".

Para la sociedad alemana, los costes han alcanzado desde hace tiempo cantidades inéditas, comparables únicamente a las que asociamos al rescate del euro. De este modo, este año los consumidores tendrán que desembolsar más de 20.000 millones de euros para pagar la electricidad generada con energía solar, eólica y las centrales de biogás, cuyo precio en el mercado asciende a menos de 3.000 millones de euros y aún así, esta suma no corresponde al precio real de la corriente eléctrica, si tenemos en cuenta los daños colaterales y los gastos resultantes del desarrollo a ciegas de las energías verdes en la red.

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La vuelta al lignito

Puesto que la producción eléctrica de los paneles solares y de los parques eólicos puede ser considerable o nula, según la hora del día y las condiciones meteorológicas, se producen situaciones absurdas de falta de alimentación o de exceso de alimentación y de inadecuación de la alimentación de la red eléctrica. Cuando circula demasiada electricidad en la red, se tienen que frenar o detener los aerogeneradores. Pero esta "corriente fantasma", teóricamente producida, se paga. Y al contrario, en caso de que no haya viento o que de repente el cielo se oscurezca, la producción desciende. Entonces hay que recurrir a las viejas centrales de fuel y de carbón para paliar la falta de corriente. El resultado es que [[los productores de energía alemanes han emitido más dióxido de carbono a la atmósfera el año pasado que el anterior]].

En Großkrotzenburg, una apacible población del Estado de Hesse, es donde podemos corroborar mejor el fiasco. Allí es donde el principal proveedor alemán de energía, la empresa E.on AG, de Dusseldorf, explota desde hace muchos años una central enorme de carbón. La planta de Staudinger cuenta con cinco reactores, de los cuales el más antiguo data de 1965 y registra un rendimiento ridículo del 32%. El mismo E.on considera que la central es "totalmente inaceptable tanto desde el punto de vista económico como ecológico".

Ahí es donde se encuentra una de las situaciones más singulares del cambio energético que no está exento de singularidades: las viejas y obsoletas centrales de lignito, las más contaminantes del país, hoy son las más rentables.
Una noticia que desentona con las estadísticas medioambientales al otro lado del Rin. Mientras que en 2012, el año del lanzamiento de la transición energética, se produjo un aumento del 10,2% en la producción eléctrica procedente de energías renovables, la producción de las centrales de hulla y de carbón aumentaba un 5%. Incómodo, el ministro de Ecología, Peter Altmaier, realizaba el siguiente comentario: "Esta evolución no debe convertirse en una tendencia".

Aerogeneradores improductivos

El Gobierno ha depositado muchas esperanzas en el desarrollo de los parques eólicos en alta mar. Sin embargo, las obras marítimas se encuentran inmersas en una confusión total. Delante de la isla de Borkum, en el mar del Norte, los aerogeneradores giran en el vacío, ya que aún no se han conectado a la red eléctrica. El cable de conexión no se encontrará operativo antes del año que viene. Mientras, el parque eólico funciona con gasóleo para que no se oxide.

Sin embargo, el Estado realiza una promoción activa del desarrollo de la energía eólica. Los proyectos producen vértigo. De aquí a 2020, los parques en alta mar deberán producir hasta 10 gigavatios, es decir, en teoría el equivalente de ocho centrales nucleares. Para atraer a los inversores, el Estado les recibe con alfombra roja. El kilovatio-hora de alta mar se comprará a 19 céntimos, es decir, casi un 50% más que el kilovatio-hora producido por la energía eólica terrestre. Y además, el Estado exime a los promotores de los parques eólicos de cualquier riesgo en materia de responsabilidad jurídica. Si un proyecto sale mal, los consumidores serán los que paguen la cuenta pendiente.

[[En plena campaña electoral, los partidos se culpan mutuamente del fiasco]]. Al Gobierno le gustaría no tener que mencionar la transición energética. Pero el asunto vuelve a ser de actualidad. El [5 de septiembre], la Monopolkommission [comisión de los monopolios] creada por el Gobierno alemán publicó un informe de valoración experta con el siguiente título: "La competencia en el momento de la transición energética". El documento señala los fallos de un sistema que recompensa las instalaciones menos eficientes, que no contribuye a la protección del clima, pone el peligro la alimentación de la red y perjudica a las poblaciones pobres. En su informe, los expertos abogan por volver a diseñar [con urgencia] el sistema.

Llamamiento

“Hay que parar las energías renovables”

El 10 de septiembre, los patrones de nueve grandes empresas de electricidad europea se encontraban en Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo durante esta semana, “para denunciar la actual política europea de energía”, informa La Croix, y reclamar “medidas concretas para reconstruir la Europa de la energía” según su propio comunicado.

“Debemos reducir el ritmo al que Europa instala parques eólicos y paneles solares. Actualmente es insostenible” declaró Gérard Mestrallet, presidente de la francesa Suez, según recoge el Financial Times.

Asegurando que no se oponen a las energías renovables, estos directivos:

consideran que el dinero público estaría mejor empleado reorientando las inversiones hacia tecnologías menos maduras como la energía eólica marina y offshore y el almacenamiento de energía.

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