"El aliado escucha".

La verdadera crisis de confianza transatlántica

El escándalo de espionaje de la NSA, visto desde Europa, está erosionando la credibilidad y la posición de Estados Unidos. Pero desde el otro lado del Atlántico, la continua incapacidad de la UE de resolver la crisis es lo que preocupa a los responsables de tomar decisiones en Estados Unidos.

Publicado en 28 octubre 2013 a las 16:06
"El aliado escucha".

La protesta generalizada en Europa por el caso de las escuchas estadounidenses avergüenza a Washington. Sin embargo, en Nueva York, donde la línea entre el pragmatismo y el cinismo es extremadamente fina, el eco de la crisis diplomática choca de lleno con las paredes de Wall Street: entre los operadores y los banqueros de inversión, muchos de los cuales han estudiado en West Point o han servido en las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia estadounidenses antes de trabajar en el sector financiero, el nuevo debate contra Estados Unidos no sólo se considera “inútil” (pues no hay ningún Gobierno en el mundo que no intente espiar a sus vecinos), sino la enésima forma de ocultar los verdaderos problemas europeos.

“¿De qué tienen miedo en Alemania?”, preguntaba ayer un operador de una empresa de valores global, “¿O acaso temen que, después de escuchar [a la canciller alemana, Angela] Merkel por teléfono sobre el futuro del euro, el Tesoro nos ordene vender de inmediato nuestros bonos gubernamentales?”.

Se trata de una broma, por supuesto. Pero detrás del cinismo existe una realidad objetiva que, desde nuestro punto de vista, debería generar la misma preocupación que el caso del espionaje de Estados Unidos. Entre los grandes gestores de carteras en el ámbito financiero estadounidense, entre los especuladores, pero también entre los economistas y analistas de Wall Street, existe la creciente opinión de que Europa vuelve a perder el rumbo, de que la eurozona está perdiendo su impulso inicial hacia una unión política y de que el viento de las reformas estructurales, que permitió a los países periféricos iniciar una modernización económica e institucional, está perdiendo intensidad por la falta de interés.

Ni jurado ni árbitros

Todos conocemos la ecuación: cuando existen problemas de gobernanza, el potencial de ganancias siempre es mayor. Pero el problema es que los que pagan la factura son siempre los más débiles. En esta situación, uno de los principales problemas es que este juego, que se aprovecha de los Gobiernos y de los ahorradores en Europa, no dispone de un jurado que establezca las normas ni de un árbitro que se responsabilice de su cumplimiento.

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El mercado europeo, al contrario que el estadounidense, hoy es parecido a una tierra de nadie en la que sólo se aplica la ley del más fuerte. Un ejemplo de ello es la denominada tasa Tobin: sólo 11 países de la eurozona, incluido Italia, han decidido aprobar una tasa sobre las transacciones financieras, con lo que se crea una nueva brecha competitiva en un mercado financiero que, en teoría, opera como un mercado único.

Pero también podríamos mencionar al euro: si, por un lado, el sector financiero estadounidense cree que el euro corre el riesgo de volver a descarrilar el próximo verano, por otro, la operación coordinada de la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos de apoyar a un dólar débil permite a los operadores de divisa especular, con expectativas razonables de obtener beneficios, con la fortaleza del euro que se mantiene artificialmente alta por las condiciones de la economía europea y los análisis que describen a Europa en una profunda crisis política.

[[Si un sistema está a punto de hundirse, normalmente la moneda (o la deuda) cae: en este caso, el orden natural de las cosas se invierte]]. La tendencia de los bonos del tesoro de Estados Unidos refleja esta situación: cuanto más se hablaba del impago de Estados Unidos en las últimas semanas, más fuertes se volvían los bonos estadounidenses, como si el riesgo de la insolvencia no les afectara.

Prisioneros del presente

Con esta situación ante nuestros ojos y ante nuestras pantallas de ordenador, no nos sorprende que los mercados europeos, y en especial los frágiles como el italiano, se conviertan en un lugar para los inversores con menos escrúpulos. Pero el dato más interesante es cómo todos estos acontecimientos financieros se mezclan con la política y la diplomacia y luego se presentan a la opinión pública estadounidense: mientras las portadas de los diarios europeos atacan a Estados Unidos por las revelaciones del espionaje sistemático por parte de la CIA, en las portadas de los diarios estadounidenses, empezando por el Wall Street Journal, se reserva más espacio a los análisis sobre el regreso de la crisis del euro, sobre el final de un proyecto de unión política y, por último, sobre la falta de fiabilidad de Europa como socio político y financiero de las mayores economías del mundo.

La consecuencia de esta nueva fractura en la gobernanza no es sólo política, sino también financiera: el freno alemán a la vigilancia bancaria, que surgió la víspera de la nueva prueba de resistencia europea, justificó de inmediato las alarmas planteadas por los analistas de Wall Street sobre el precario estado del crédito europeo.

Ahora es evidente que avanzamos en un contexto en el que la globalización impide las medidas unilaterales, pero en el que los intereses opuestos nos condenan a la parálisis. El antiguo sistema de normas y certezas se hunde, nadie logra ver el nuevo sistema ni quiere crearlo, porque todo está entrelazado con la crisis y con la amenaza de un empeoramiento de la situación financiera y económica.

Todo el mundo vive el día a día, tanto los operadores, como los Gobiernos y las instituciones transnacionales, y todos tienen miedo a planificar el futuro. Parece que en el mundo se está extendiendo una nueva enfermedad que creíamos que era exclusiva de Italia: perseguir el presente para volverse sus prisioneros.

Visto desde Estados Unidos

Los líderes europeos deben educar a su opinión pública

La indignación suscitada por las alegaciones según las cuales la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana habría escuchado el teléfono de Angela Merkel no es otra cosa que “una rabieta de los europeos”, escribe director adjunto de la sección de Libros del Wall Street Journal, Sohrab Ahmari.
A pesar de la retórica, añade, Merkel es muy consciente de la manera en la que operan las agencias de inteligencia y debe encontrar el equilibrio para reflejar la indignación alemana y europea sin dañar de forma irreparable los vínculos con Estados Unidos, el aliado más importante de Alemania:

La canciller y sus colegas no necesitan lecciones sobre los detalles de ser un hombre o mujer de Estado, pero deben acallar los gritos de indignación anti-americana en sus países. Pero por el camino se han perdido la obligación de los dirigentes de educar a sus opiniones públicas, incluso de forma general, sobre las cosas de la vida referentes al espionaje y las necesidades de la seguridad nacional en un mundo peligroso.

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