Pocos meses antes de ser elegido jefe del Gobierno sueco en el 2006, Fredrik Reinfeldt mostraba un claro desinterés por el debate sobre el cambio climático. Pocas semanas después de instalarse en Rosenbad, la sede del Gobierno sueco, en Estocolmo, se erigía en ferviente defensor de la lucha contra el cambio climático. Entre ambos momentos, Reinfeldt cayó en la cuenta de que dispondría de una oportunidad de oro en la cumbre sobre el cambio climático, que se celebrará en Copenhague en diciembre de este año y en la que se debatirá sobre un nuevo tratado que reemplace al Protocolo de Kyoto. “Será mi turno en la escena política internacional.”
Fredrik Reinfeldt está listo para la cita. No ha esperado a que Suecia tome el relevo de la República Checa y asuma la presidencia de la Unión Europea el 1 de julio, sino que se ha reunido con los máximos líderes mundiales como el presidente chino, Hu Jintao, los presidentes estadounidenses George Bush y Barack Obama, y el brasileño Lula. Sin embargo, la situación actual no es la misma, las cosas han cambiado radicalmente.
“Ya nadie habla del cambio climático”, asegura. La crisis financiera copa todos los debates, lo que confiere un papel predominante al ministro de Finanzas, Anders Borg. En cuanto al cambio climático, habrá que revisar los objetivos a la baja. La Unión Europea está dividida y han surgido núcleos de resistencia en el sur y el este.
La presidencia sueca coincide con uno de los periodos más inestables de la Unión. Los parlamentarios, recién elegidos, están aún tanteando el terreno, los nuevos comisarios no serán designados antes de otoño y la renovación de las instituciones de la Unión está pendiente del segundo referendo irlandés sobre el Tratado de Lisboa, previsto para octubre. Cada vez que un país asume la presidencia se ve obligado a bregar con una crisis grave. Este hecho, lejos de ser excepcional, parece ser la regla: Francia tuvo que lidiar con la crisis financiera y la invasión rusa de Georgia; la República Checa, con la guerra de Gaza.
Los próximos seis meses serán un reto importantísimo para Fredrik Reinfeldt y su Gobierno de coalición. A poco más de un año de las elecciones suecas, el Partido Moderado de Reinfeldt atraviesa un buen momento, es más fuerte que la suma de los tres partidos con los que forma coalición. Para las elecciones del 2010 deberá cumplir con la promesa que hizo en el 2006, dar “trabajo en vez de subsidios”. Prometió también acabar con la “exclusión”, el nuevo término utilizado para referirse al paro. Cuando la derecha llegó al poder, la tasa de paro se situaba en el 6%; con la crisis financiera se espera que alcance el 11% o el 12% para el periodo 2010-2011. La situación es especialmente preocupante en el caso de los jóvenes de entre 16 y 24 años, entre los que el paro asciende al 25%. Por otra parte, el número de personas que perciben una “ayuda económica”, por utilizar el término preferido en la actualidad, ha aumentado un 17% en el primer trimestre del 2009 con respecto al mismo periodo del año pasado.
A pesar de todo ello, Fredrik Reinfeldt y Anders Borg se muestran convencidos de que los electores suecos entenderán que no se puede echar la culpa de una crisis mundial al Gobierno. En palabras del primer ministro: “Estamos trabajando para resolver la crisis y el pueblo sueco lo sabe”.