La cultura, fundamental y popular

Al contrario de lo que se pueda pensar, en Europa la cultura no es exclusiva de las élites, sino que constituye un valor compartido por todos. Aunque las percepciones no sean las mismas en el Oeste y en el Este, como expone una cronista belga.

Publicado en 22 noviembre 2013 a las 15:10

¿Hasta dónde deben extenderse las fronteras de la Unión Europea? “Hasta las fronteras del gótico”, respondió un día un gran europeo, el cristiano-demócrata Helmut Kohl, canciller de la Alemania federal de 1982 a 1998. Con esta frase, Helmut Kohl también dio una respuesta fundamentalmente cultural y por consiguiente europea. De Standaard se hizo eco de ella en una entrevista publicada del 16 de noviembre: la del gigante Cees Nooteboom, que se encuentra entre los mejores escritores que jamás ha recibido el Premio Nobel de Literatura. Nooteboom está muy decepcionado con el debate europeo, porque ya no se basa en la cultura, en las ideas, sino en los céntimos y los porcentajes. La Europa de la que deberíamos hablar, afirma, es “la de Erasmo y de Voltaire, de Tolstoi y de Thomas Mann, de Rembrandt y de Botticelli, de Hegel y de Hume”, y no la Europa “del tres coma cero por ciento” [la relación entre el PIB y el déficit admitido según los criterios de convergencia del euro]. Es algo muy triste y Nooteboom es la encarnación de esta Europa.

Las ideas de los “padres fundadores”

Una característica interesante de su lista es que todos esos nombres, menos uno, proceden de Europa Occidental, de la Europa que utiliza la escritura latina, la Europa del Renacimiento y de la Ilustración, la Europa que planteó las ideas de tolerancia y de los Gobiernos que deben rendir cuentas a los ciudadanos, que son más que meros sujetos. No es exactamente el modelo que se imaginaba Tolstoi. Si la Rusia de Vladimir Putin no responde realmente a la idea que nos hacemos de una democracia, en gran parte se debe a la evolución tan distinta que vivió la Europa bizantina, la Europa del alfabeto cirílico.

Esta constatación no transmite un determinismo histórico. Pero sí significa que la Europa Occidental y Central se encuentra más afianzada en las ideas e ideales de los "padres fundadores" que la parte bizantina (Grecia, Rumanía, Bulgaria, gran parte de los Balcanes), que fue separada de la Ilustración y por lo tanto de Voltaire, Hegel, Hume y sus descendientes durante los siglos de ocupación otomana. [[Al ampliarse hacia el sudeste de Europa, la Unión cambió parcialmente de identidad]], y es algo que se observa y se siente.

La nación, trampolín hacia Europa

También interviene otro factor. La Europa en la que piensan Nooteboom y muchos otros europeos de verdad es una Europa que corre el riesgo de ser calificada de “elitista”. Aquí, en este país, se utiliza este término a diestro y siniestro, contra todos los que defienden el buen uso de la lengua y una enseñanza basada en la adquisición de conocimientos y de una cierta sagacidad y no en la adquisición de competencias útiles. ¿Cómo pretendemos formar generaciones de europeos sin la enseñanza sólida de su propia lengua y de otras lenguas?

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Otra figura destacada de la cultura, [el filósofo flamenco] Luc Devoldere, demostró ser un verdadero europeo con su conferencia sobre la pacificación en Breda [Países Bajos], el 9 de noviembre. Concluyó su intervención titulada, “Extraviados en nuestras lenguas”, que debería ser de lectura obligatoria en Países Bajos y en Flandes, con la siguiente declaración: “En los últimos instantes de mi vida, yo, que demuestro un sentimentalismo pragmático hacia las lenguas, puede que suspire ante la idea del celta que perdí, que masculle algunas palabras en latín, que cante en italiano, que sueñe en francés y que muera en mi flamenco occidental. Pero habré velado en neerlandés y por el neerlandés”. En eso consiste ser un verdadero europeo, estando enraizado en su propia lengua y su propia cultura y amándolas. [[La nación es efectivamente un trampolín hacia Europa y no un repliegue sobre su propio mundo]], como proclaman hoy los partidos populistas.

Joseph Goebbels, confidente de HitIer y responsable de su propaganda, dijo un día: “Cuando oigo la palabra cultura, saco el revólver”. La Unión Europea está construida sobre la idea totalmente opuesta de que, cuando vemos un revólver, recurrimos a nuestra cultura. Si queremos educar a las generaciones jóvenes en la paz, en Europa, debemos educarlas en esta cultura, que no es “elitista”, sino que forma parte de la herencia de todos.

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