Polonia se encuentra entre la espada y la pared debido a la Directiva de aplicación sobre trabajadores desplazados. Una fuerte coalición liderada por Francia y Bélgica y respaldada por Alemania está presionando para que se adopte una serie de cambios que afectarían sobre todo a los trabajadores polacos desplazados en el extranjero. Polonia es el país líder europeo en trabajadores desplazados, ya que alrededor de 250.000 polacos se marchan a trabajar al extranjero cada año.
La restricción drástica de las normativas sobre el desplazamiento de trabajadores tiene un objetivo: reducir el flujo de trabajadores procedentes de Polonia y de los demás Estados miembros del este a los países prósperos de Europa Occidental. La Directiva de aplicación propuesta es un elemento más de una serie de medidas dirigidas a cerrar las puertas de Europa a los pobres del Este, como las acciones severas contra el ‘turismo de prestaciones sociales’ en el Reino Unido y Alemania, las deportaciones de gitanos en Francia o la denuncia a trabajadores polacos en Países Bajos, donde no sólo se les acusa de arrebatar trabajos a los neerlandeses, sino también de no ser capaces de comportarse debidamente en los lugares públicos.
Políticos de segundo rango
Todos estos elementos no son sino ideas polémicas propuestas por políticos de segunda fila que intentan sacar partido de las animadversiones nacionales para obtener un beneficio electoral. Durante las negociaciones de la Directiva de aplicación, Bélgica acusó directamente a Polonia de cometer dumping social, olvidándose de que pocos trabajadores flamencos o valones están dispuestos a realizar el tipo de trabajo que se les encomienda a los trabajadores de Polonia. Y también se olvidó de que no cambiarán de opinión una vez que se cierre la puerta a los trabajadores desplazados polacos. Los polacos y otros europeos del este seguirán llegando para realizar esos trabajos duros y mal pagados que los trabajadores franceses o alemanes no están dispuestos a hacer. Lo único es que entonces será trabajo en negro, sin impuestos, por lo que quizás las tarifas por hora descenderán aún más.
Los únicos que se benefician de las soluciones que se van a tratar hoy en Bruselas son los intermediarios sin escrúpulos. Esta situación afectará negativamente a los trabajadores de Europa del Este, que tendrán que formar parte de la economía sumergida, así como a los presupuestos nacionales, que se quedarán sin los impuestos que pagan ahora los trabajadores desplazados legalmente. Pero la principal perdedora será Europa. Lo que se está haciendo es, en nombre de eslóganes populistas, dar un gran paso atrás en uno de sus principales logros: la libre circulación de personas y servicios.
Visto desde Bélgica
Un símbolo venido a menos
El asunto de los trabajadores europeos en desplazamiento es "simbólico", afirma el diario belga La Libre Belgique:
Porque el noble principio del libre movimiento de las personas constituye un pilar de la construcción europea. Porque, por su vergonzoso secuestro para transformarlo en instrumento para el dumping social, algunos empresarios sin escrúpulos contribuyen a la transformación de Europa en un desorden. Porque este asunto es el símbolo profundo de un proyecto europeo incompleto, en el que las actitudes liberales en nombre de la competencia han abierto las puertas a demasiados excesos.
Para el diario,
Es más que el momento de abrir seriamente el capítulo de la Europa social, construyendo los puentes con objeto de armonizar las prácticas en estándares más elevados. Esta es una forma para refutar la impresión que se está imponiendo en un creciente número de ciudadanos, de que son una variable ajustable, más que los verdaderos beneficiarios de este tan manido gran mercado interno. Si niegan lo evidente, los 28 estarán haciendo la cama para los euroescépticos en las próximas elecciones. Y esto no augura una mayor solidaridad europea o un futuro más próspero.