Europa: ¿idea o realidad política?

En opinión del escritor rumano Bogdan Ghiu, Europa se pierde, inmersa en la "autorreferencialidad". Expone además que su renacimiento solo puede proceder de las culturas “periféricas”, cuya evolución hacia Europa aún es reciente.

Publicado en 20 junio 2014 a las 18:07

Más que una sustancia, la cultura europea es un vector, más que una noción estática, es dinámica, más que un dominio, es una atomización. Europa es el principal hecho de la (auto)cultura del mundo. Europa ha inventado la cultura de sí misma. 
El filósofo, filólogo y traductor Heinz Wismann afirmaba recientemente en un artículo publicado en Le Monde la víspera de las elecciones europeas: "Europa no es una realidad inscrita en el orden natural de las cosas, sino una creación humana, realizada por los habitantes, autóctonos o inmigrantes, del minúsculo promontorio del inmenso continente asiático que recibió el nombre de Europa".
Europa es en sí misma un hecho cultural, una mitología perpetua que se vive a diario. Al igual que descubrió América (que no es sino un simple episodio europeo), Europa es sinónimo de ruptura y de fuga con respecto a sí misma. Aunque no tenga a dónde ir y de ahí, por una parte, la superposición arqueológica, o la profundidad, la producción de suelo y de subsuelo, de consciente e inconsciente, y por otra parte, la "disyunción", el "deslizamiento" hacia lo virtual, hacia el ideal en la cultura.
"Ninguna época, ningún país y con más motivo ningún grupo ni ningún individuo puede considerarse depositario del espíritu europeo", escribe Wismann. "La realidad europea, nacida de un gesto de ruptura, pertenece únicamente a los que se atreven a reinventarla", prosigue el exégeta de Heráclito. En su intento de encontrar una definición, Heinz Wismann sugiere como término clave "renacimiento": "la noción más apropiada para calificar estas crisis de crecimiento de la cultura europea. [...] porque es el movimiento que la encarna".
Las crisis de la cultura europea son recurrentes por necesidad: es de lo que se nutre, lo que permite que se reinvente. La cultura europea es una cultura de crisis y de crítica, que puede situarse a sí misma en una crisis o considerarse como tal, para superarse y reinventarse: el propio concepto de cultura es una invención europea. Pero al reflexionar precisamente sobre el sentido europeo, la cultura es una serie de "crisis de crecimiento". Cuando la necesidad permanente de "crecimiento" ya no la sitúa en una posición de "crisis", la cultura europea, que es el contexto transcendente de la propia idea de Europa, se tambalea. Y entonces peligra. Como en este momento, por ejemplo. ¡Una vez más!
[[En este momento, Europa ya no quiere y ya no se atreve a cultivarse a sí misma]]. Se pierde al dispersarse, al generalizarse. Pero el hecho no de querer reinventarse a sí misma, para Europa y en el sentido más europeo posible, significa la regresión, la congelación de la idea cultural de Europa. Culturalmente, Europa es una técnica de supervivencia mediante la reinvención de sí misma, a costa de los demás. Europa se proyecta, es un proyecto y una proyección. Hablando en un sentido más radical, Europa es una técnica lingüística de éxito, de autorrealización: un acto de lenguaje que evoca el éxito.
El problema es que lo que es frágil, puramente ideal, forzado, como Europa, se convierte en una realidad compulsivamente autorreferencial. Antes de llegar a una realidad política, un fin sobre cuya consecución puede vacilar durante mucho tiempo por temor a perder su alma, Europa es ante todo una idea. Una a una, las que iban a convertirse en las "grandes naciones" europeas han asumido la encarnación de su idea de Europa, algo que irremediablemente ha tenido como resultado una historia sangrienta.

La Europa-fantasma

No obstante, el proyecto y la idea de Europa han tenido y siguen teniendo un doble. A la Europa-idea y a la Europa-proyecto les ha pisado constantemente los talones la Europa-fantasma. La congelación de la idea y del proyecto europeo puede asfixiar la convicción de que Europa podría finalizarse de cualquier modo y altera la esencia puramente cultural de la idea de Europa.
De ese modo, como recuerda Heinz Wismann, Europa nace reconstruyéndose a partir de una fuga: es una idea "raptada" [referencia mitológica al rapto de Europa por parte de Zeus]. Europa es una idea que aún está en evolución.
No está seguro de en qué medida Europa ha nacido del caos de este impulso, de ese hambre de realización, o bien de sí misma, de la búsqueda conflictiva de esa idea de Europa que es lo que la ha movilizado. Se podría incluso decir que el mundo entero es Europa, excepto la propia Europa. Privilegio de los grandes héroes atormentados, a la Europa con complejo de Edipo hoy la ha abandonado (y no por primera vez) la propia idea de Europa que ha dado forma al mundo.
Además de un gran proyecto histórico y precisamente para poder reactivar la gran, heroica y "prometeana" idea autocultural de una Europa de renacimiento mediante la ruptura consciente consigo misma, quizás sea conveniente dar cabida en el proyecto europeo a su sombra, a su fantasma, y proyectar Europa no solo siguiendo la autocultura de las grandes naciones-sujeto tradicionales, sino también incluyendo la sabiduría histórica de las pequeñas naciones-objeto que puede que formen una Europa más cercana a su ausencia de origen real, a su cultura propia de huida. En este sentido, [[quizás las únicas culturas totalmente europeas sean las culturas "periféricas"]]. Se trata de países a los que les han obligado a realizarse en el ámbito europeo, a conseguir algo desde el patio trasero. Quizás solo este modelo de "supervivencias" sea aún capaz de salvar el modelo de los "renacimientos" masivos.
Si Europa y la idea puramente cultural de Europa se estanca actualmente, es porque, al igual que Gulliver, confunde grandeza con tamaño, importancia con peso. Europa únicamente podrá volver a impulsarse volviendo a romper consigo misma. Y recordando que tan solo es una idea raptada que intenta continuamente construirse un hogar.

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