Vladimir Putin y el primer ministro eslovaco Robert Fico.

Los amigos europeos de Putin

Un cuarto de siglo después de haberse liberado del yugo soviético, los dirigentes de Europa Central se acercan a Moscú, ya sea por interés o porque desconfían de Estados Unidos… o de la UE.

Publicado en 16 octubre 2014 a las 06:51
Vladimir Putin y el primer ministro eslovaco Robert Fico.

La situación no sólo ha causado una sorpresa generalizada en República Checa. El presidente Milos Zeman participó como invitado principal en la conferencia “Diálogo entre civilizaciones” durante la cual comparó la guerra en Ucrania con la gripe e hizo un llamamiento para levantar de inmediato las sanciones contra Rusia. Pero la sorpresa que causó la última intervención de Zeman no estaba en ningún caso justificada.
El presidente está rodeado de hombres de negocios con conexiones rusas. Cuando estalló la guerra en Ucrania, Zeman declaró que el Gobierno de Kiev era el único responsable. Y ha mostrado su oposición a las sanciones en numerosas ocasiones.

Experto en embaucar

En la época soviética, se construyó un gasoducto en Eslovaquia para transportar el gas de Siberia hacia Europa Occidental. Hasta ahora, se podía utilizar para transferir de Europa a Ucrania, y viceversa, 30.000 millones de metros cúbicos de gas al año, es decir, más de lo que Rusia se plantea transferir a Ucrania en 2014. Pero cuando hace unos meses el Gobierno ucraniano preguntó a los eslovacos si podía utilizar este gasoducto, no obtuvo ninguna respuesta. Solo al cabo de un tiempo Bratislava explicó que una serie de problemas técnicos y jurídicos oscuros dificultaban la tarea. Tras la intervención enérgica de la UE y la Casa Blanca, finalmente Eslovaquia accedió a facilitar un minúsculo gasoducto para este fin con el que solo se podrá dirigir un 1% del gas que Ucrania desea adquirir a Europa. Los eslovacos intentaban encontrar una solución diplomática para no enfadar a Gazprom y a Putin.

El primer ministro eslovaco Robert Fico, al igual que Zeman, declaró su oposición a las sanciones europeas. Mientras que Polonia, los Estados bálticos y Rumanía temen a Rusia, Fico no aprueba una mayor presencia de la OTAN en nuestra parte de Europa, pues lo considera un peligro. A mediados de septiembre, tras la cumbre de la OTAN en Newport, destacó que no aceptaría jamás que se construyeran bases de la Alianza en Eslovaquia, aunque el precio a pagar por ello fuera su retirada de la política.

[[A personas como Fico, Zeman o Orbán [el primer ministro húngaro actual] les impresiona el éxito de Putin]]. Por un lado, observan que la UE es incapaz de tomar decisiones eficaces y por otro, ven que el Kremlin toma decisiones difíciles sin tener que pensar. Pero también existe otro aspecto crucial. Putin es un experto en embaucar, destaca en las relaciones personales, sabe entablar vínculos duraderos, mientras que, seamos francos, los políticos de los grandes países europeos no se toman en serio al primer ministro eslovaco. Las palabras amables con las que Putin se dirige a Fico adulan al ego de este último, así es como el politólogo [búlgaro] Ivan Krastev explica el poder de seducción del presidente ruso.

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A la sombra del Kremlin

Hace diez años, cuando la Unión Europea se ampliaba hacia el Este, numerosos políticos de Europa Occidental temían que los países que antiguamente se encontraban en la órbita soviética exigieran una política radicalmente contraria a Rusia. Pero ahora la situación es totalmente distinta. Eslovaquia ha optado por una vía prácticamente a favor de Putin. Y lo mismo sucede con la República Checa. En Hungría, Orbán pone explícitamente a Putin como un ejemplo. En todo el Grupo de Visegrado, solo Polonia se muestra a favor de una política intransigente hacia Moscú.
En los Balcanes, la situación es aún peor. [[Gran parte de la población se identifica con los rusos]]. No solo por motivos históricos. Los búlgaros consideran que son los grandes perdedores en el cambio de constelación de Europa y que la posición de su país se ha deteriorado en los últimos 25 años, al igual que la de Rusia. Además, no se sienten vinculados a los ucranianos, afirma Krastev.

Eslovenia y Croacia no tienen nada contra Putin y no les agradan las sanciones contra Moscú. Serbia, que aspira a adherirse un día a la UE, se identifica plenamente con Rusia. Los rumanos son los únicos que no se sienten atraídos por Moscú. Son la excepción en los Balcanes, al igual que Polonia en el Grupo de Visegrád. Probablemente esta situación no cambie en el futuro próximo, por varios motivos. En primer lugar, Bruselas ni siquiera intenta convencer a Praga o a Bratislava para que cambien su línea política. Merkel ya tiene demasiados problemas con sus compatriotas, cuya mayoría se opone a las sanciones, como para intentar que cambien de opinión otros países. En segundo lugar, Europa Central antes estaba a favor de los estadounidenses, mientras que ahora ya nadie confía en ellos. En resumen, las tendencias a favor de Putin son en gran medida un efecto secundario de la crisis de la Unión Europa y del hecho de que Estados Unidos se hayan alejado de Europa.

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