"Lo que no pasa en este país no pasa en ninguna parte". Ésta es una de las frases más irritantes que he oído. Sirve como disculpa para justificar esta excepción rumana como es la falta de acción y el desinterés [hacia las reformas]. Pero también denota lo contrario: un incipiente complejo de superioridad.
A la frase en cuestión se le da el mejor uso cuando se trata de hacer comparaciones con los demás miembros de la Unión Europea. Es en nuestro país en donde se desvían más fondos. Nuestros políticos son los más inmaduros, los más primitivos y aquellos cuyas costumbres democráticas figuran entre las más atrasadas. El ejemplo más reciente son las sanciones de la Comisión Europea contra Rumanía en materia de energía. Pero una mínima investigación prueba que las medidas relativas al retraso en la aplicación de la directiva han sido enviadas a no menos de veinticinco de los veintisiete Estados miembro.
Y ya que hablamos de la incompetencia de la clase política rumana, fijémonos un poco en nuestros vecinos. Tomemos, por ejemplo, la visión de la política de los checos. Tienen un presidente euroescéptico que prohíbe la bandera de la Unión Europea en los edificios públicos y que declara que "República Checa no es una provincia de la Unión Europea". Este hombre destituyó al gobierno al tiempo que su país asumía la presidencia Europea, y de este modo, dio coba sin quererlo a muchos países veteranos de la Unión que no se cansan de repetir: “Les hemos dicho que no se junten con esta gente del Este que no tiene la madurez necesaria”.
Ciertamente, Occidente también tiene sus fallos. El ejemplo más llamativo es el ilustrísimo Berlusconi. En 2008, la Comisión Barroso dispuso un discreto cambio de mandatos. Con ocasión del regreso al país de Franco Frattini [como ministro de Asuntos Exteriores], la cartera de comisario de Justicia fue otorgada a Francia. Por una parte, Nicolás Sarkozy recibió como recompensa un compromiso más claro de Francia con el buen funcionamiento de los asuntos europeos. Por la otra, se pudo solucionar una situación paradójica, ya que fue "el país de Berlusconi" [investigado en diez ocasiones] el que había nombrado al comisario de Justicia.
La situación de Gerhard Schröder tampoco es muy ortodoxa que digamos.Siendo canciller, negoció la posición de su país en la cooperación con Gazprom y al dejar el cargo, se encontró —aunque solo sea indirectamente— al servicio del mismo conglomerado ruso. ¿Es esto moral?
Volviendo a la "incompetencia de la clase política rumana." No comparto de ningún modo la "vergüenza” de mis conciudadanos por haber enviado a Bruselas a "aquellos dos" [los controvertidos Corneliu Vadim y Gigi Becali, elegidos eurodiputados en junio]. En Europa abundan los representantes de electores escépticos que no creen las instituciones de la democracia. Lo sano es que esta gente tenga representación parlamentaria en lugar de dejarse llevar por la violencia.
En pocas palabras, el estado de salud de la cabra del vecino no justifica en nada que la nuestra cojee. El estado de la justicia en Italia no justifica en nada las deficiencias en nuestro sistema. La ausencia de leyes sobre la transparencia en Alemania no significa que nosotros podamos hacer la vista gorda. Digo solamente que buscar la paja en el ojo ajeno puede ayudar a ver la viga en el propio. En el fondo, en nuestro país también decimos que el loco aprende de sus errores, pero que el sabio aprende, sobre todo, de los errores ajenos.