¿Para qué hace falta un Gobierno?

Los belgas lo han demostrado: un país puede seguir existiendo tranquilamente sin Ejecutivo, ocho meses después de las elecciones. Un Gobierno limitado a los asuntos cotidianos tiene incluso sus ventajas, considera De Standaard.

Publicado en 17 febrero 2011 a las 17:02
Kat

No sólo hemos logrado finalmente ser campeones del mundo en una disciplina, sino que, gracias al primer ministro dimisionario, Yves Leterme, y a su Gobierno a cargo de gestionar el día a día, Bélgica incluso sale beneficiada con esta crisis política.

De Standaard 17/02/2011

La gran ventaja de un Gobierno con atribuciones limitadas es el rigor de la política presupuestaria conocida como las “doceavas provisionales”: hasta que no se aprueba un presupuesto anual, los ministros sólo reciben mensualmente una doceava parte de la partida que les había sido asignada el año anterior. En la práctica, esta situación puede contribuir al ahorro, pues los ministros no están autorizados a adoptar “nuevas iniciativas”. La prohibición de actuar en tiempos de precariedad presupuestaria es lo mejor que puede ocurrirle a este país.

Guardianes del país y de la prosperidad

Por otro lado, las administraciones también se benefician de la situación. Por ejemplo, en el plano de la imagen. Pues ¿quién ha mantenido en funcionamiento el país? ¿Quién ha seguido fiel en su puesto, garantizando el buen funcionamiento del sistema y la continuidad en la prestación de servicios? Justamente, los funcionarios. ¿Que son unos tipos anticuados e irritantes? Al contrario: ¡son los guardianes del país y de la prosperidad!

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Las administraciones han ido incluso más lejos. Estos últimos meses, han aprovechado la ocasión para realizar de urgencia todas las cosas que estaban pendientes pero que habían tenido que esperar por causa de la prioridad otorgada a pequeños proyectos políticos. Como por ejemplo la puesta a punto de los dosieres electrónicos de las pensiones individuales.

El Gobierno dimisionario y el servicio público también han hecho puntos presidiendo con éxito la Unión Europea [de julio a diciembre de 2010]. Ello nos ha permitido mejorar nuestra imagen en el escenario internacional, pues los ministros federales encargados de los asuntos corrientes disponían de todo el tiempo necesario para ellos.

¿Preparar comisiones? ¿Redactar documentos de trabajo? ¿Hacer lobby? ¿Organizar un buen buffet para diversas reuniones? Los ministros se han hecho cargo de todo. Y con gran entusiasmo. Hasta el punto de que al final algunos sufren incluso de una especie de “depresión post-presidencia”.

Inmovilidad de las administraciones

Sin embargo, un Gobierno reducido al día a día tiene también sus inconvenientes. Y son numerosos.De entrada, la política de nombramientos está totalmente detenida. En el conjunto de todas las administraciones, hay 300 promociones y nombramientos bloqueados. A menudo, estas personas deben hacer igualmente el trabajo, sin recibir el sueldo que les corresponde por la promoción obtenida. Luego, hay decenas de cargos de alta responsabilidad vacantes.

Si los tres patrones del SNCB [los ferrocarriles belgas] hubieran sido ya nombrados, los trenes (tal vez) llegarían a tiempo hoy. Por otro lado, la reforma de ciertas administraciones ha quedado suspendida. Por ejemplo, la del Servicio Público Federal de Finanzas. Los servicios públicos también sufren como consecuencia del modo “asuntos cotidianos”: Interior confía, por ejemplo, en que no se declare ningún incendio grave, pues los bomberos están movilizados desde hace años para reclamar una mejora de condiciones laborales.

La ministra del Interior de aquel entonces había aceptado un consenso sobre esta cuestión, pero el gobierno cayó pocos días antes de la firma. Por último, en relación con los asuntos exteriores, se cruzan los dedos para que Sudán del Sur no sea inmediatamente reconocido como un Estado soberano. Sabiendo que un Gobierno encargado de los asuntos cotidianos no puede establecer nuevas relaciones diplomáticas, el reconocimiento de dicho Estado podría resultar embarazosa. ¿Qué hacer, por ejemplo, si un diplomático viene de visita? Imposible recibirle, pues eso supondría un reconocimiento oficial. ¿Habrá que dejarle en la puerta?

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