El visto bueno del Tribunal Constitucional alemán al Tratado de Lisboa da vía libre a la ratificación parlamentaria. La sentencia implica, sin embargo, que el proceso de integración europea puede quedar pendiente para las próximas generaciones, como explica Wolfgang Münchau desde las páginas del Financial Times.
Bruselas ha recibido con alivio el fallo del Tribunal Constitucional de Alemania sobre la compatibilidad del Tratado de Lisboa con la legislación alemana. Alemania podrá ratificar el Tratado antes de que acabe el año. Sin embargo, tras una lectura detenida de la sentencia (147 páginas), queda claro que el Constitucional da carpetazo al proceso de integración europea. El tribunal alemán declara inconstitucional, por ejemplo, una posible coordinación de las políticas fiscales o la creación de un mando militar europeo único.
La sentencia es de vital importancia porque define el papel que desempeñará Alemania en el proceso de integración y por la influencia que puede ejercer sobre los Estados que aún no han ratificado el Tratado de Lisboa. A los irlandeses, por ejemplo, les convendría analizar profundamente la resolución antes de pronunciarse en el referendo, el segundo que convocan, el próximo mes de octubre; quienes voten favorablemente habrán de hacerlo con conocimiento de causa, siendo conscientes de que un resultado favorable cerrará las puertas a cualquier otro tratado. Unas puertas que permanecerán cerradas durante mucho tiempo, tanto que nuestra generación quizás no vuelva a verlas abiertas.
Me gustaría destacar tres puntos de la resolución. En primer lugar, el Tribunal se pronuncia sobre la separación de poderes entre los Estados miembros y la Unión Europea. La soberanía es indivisible y, en la actualidad, reside en cada Estado miembro. Para ceder soberanía a la Unión, un Estado tendría que deshacerse de su propia constitución y aprobar una versión europea que la reemplazase, y esto es algo que no ocurrirá. De hecho, el Tribunal ha dictaminado que la soberanía en la Unión Europea es exclusivamente de índole nacional. Se pueden transferir poderes, pero no la soberanía.
En segundo lugar, el Tribunal cuestiona el papel del Parlamento Europeo como asamblea legislativa, pues no considera que la cámara represente la voluntad del pueblo europeo en su conjunto, sino a los Estados miembros. En la opinión de los jueces, el Parlamento Europeo no funciona como un parlamento al uso; no hay una oposición firme ni ninguna agrupación que respalde a un gobierno. Si bien el Tratado de Lisboa confiere más competencias al Parlamento Europeo, no soluciona el principal problema de la Eurocámara, esto es, su incapacidad para ejercer el poder ejecutivo europeo.
Por último, lo más importante, el Tribunal también se ha pronunciado de manera explícita sobre el proceso de integración europea. ¿Cuándo se puede dar por concluido dicho proceso? A este respecto el Tribunal ha declarado que los Estados miembros han de tener potestad en los siguientes ámbitos: derecho penal, operaciones militares, política fiscal, política social, educación, cultura, medios de comunicación y asuntos religiosos; lo que viene a significar que el proceso de integración europea llega a su fin con el Tratado de Lisboa. Cuesta trabajo imaginar que en el futuro se pueda elaborar un tratado europeo que, sin dejar de ser coherente, respete esta resolución.
El hecho de que se mencione la política fiscal en esta lista es de especial relevancia en vista del debate que suscita la crisis. Estoy de acuerdo con el Tribunal en que la política macroeconómica debe estar vinculada a un órgano decisorio sólido. Sin embargo, la conclusión a la que llega no es acertada, se equivoca al reducir la responsabilidad de la política fiscal exclusivamente al plano nacional. Limitar las decisiones políticas importantes a este plano no sólo excluye la posibilidad de responder de forma efectiva ante la crisis, sino que, además, va en contra de la existencia de la moneda única. No me atrevo a pensar qué podría ocurrir si surgiera un problema grave.
El fallo del Tribunal refleja el clima político que se respira en Berlín en la actualidad, marcado por el nacionalismo y el proteccionismo. Los socios monetarios de Alemania tienen motivos de sobra para estar preocupados.
DEBATE
¿Poderes europeos para el Parlamento de Berlín?
Inspirándose en la paralización de la ratificación del Tratado de Lisboa por parte del Tribunal Constitucional alemán, los cristianodemócratas bávaros reivindican el derecho de intervenir más en la toma de decisiones europeas. Según Horst Seehofer, presidente de la CSU, la ley que debe votarse para acompañar la ratificación del Tratado de Lisboa por parte de Alemania debería permitir a las dos cámaras del Parlamento federal adoptar una posición sobre cada decisión que tomen los ministros europeos. Esta idea, adoptada en Austria desde 1995, divide al CSU: "Una participación nacional más fuerte sería una necedad y paralizaría las decisiones de la UE", estima el presidente del grupo CSU en el Parlamento Europeo. "Es necesario un mayor control de las decisiones europeas", responde Seehofer. Éste cuenta con el apoyo de la izquierda, que reclama igualmente el máximo de participación en las decisiones. La canciller Angela Merkel debía zanjar la cuestión el 14 de julio.