El enfermo no está tan grave

Casi todos los observadores están de acuerdo en que la UE atraviesa una crisis que pone en duda su futuro. Pero gracias a su capacidad de adaptación y la aportación de sus miembros más recientes podrá salir de ella. Así es la perspectiva optimista del editorialista polaco Jacek Pawlicki.

Publicado en 2 mayo 2011 a las 15:37

En Europa suceden demasiadas cosas preocupantes como para no temer por su futuro. Con la crisis que perdura, se tiene la impresión de que la situación empeora.La alarma saltó el pasado 23 de marzo, cuando el Gobierno portugués dimitió después de que el Parlamento rechazara el plan de recuperación de las finanzas públicas, recomendado por la Unión Europea.

Portugal, enfrentado a una doble crisis, política y económica, se convirtió en el tercer país de la eurozona que desde hace un año ha solicitado ayuda financiera a la Unión Europea y al FMI. Después de Grecia, que recibió 110.000 millones de euros e Irlanda, país al que se concedió una ayuda de 85.000 millones de euros, otros países ya están en la lista y los expertos temen un efecto dominó.

A menudo se escucha más una perspectiva catastrófica que una explicación racional. Por lo tanto, debería redactar una esquela sobre la Unión en lugar de realizar un análisis optimista de la situación. Sobre todo porque no soy de naturaleza optimista. Y sin embargo, por varios motivos, sigo creyendo en la Unión.

Un mecanismo perfeccionado con los años

La Unión Europea sigue siendo un mecanismo eficaz, construido y perfeccionado a lo largo de los años, un mecanismo unido por un mercado común y por una moneda única para la mayoría de países. Sin darse cuenta, en muchas ocasiones, los ciudadanos europeos, al igual que las empresas, los bancos, las instituciones, sin olvidar a los países vecinos, se benefician de los progresos comunitarios. La integración europea es como el aire que respiramos: no lo apreciamos hasta que nos falta. Es imposible sobrevivir sin él, más allá de un breve instante en el que podemos contener la respiración. Es lo está haciendo Europa actualmente.

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La UE y la eurozona, orgullosas de los decenios de consenso europeo, siguen beneficiándose de una sólida base política, a pesar de la debilidad de la canciller Merkel y del presidente Sarkozy. Independientemente de que la derecha o la izquierda ocupen el poder en París, Berlín, Roma o Madrid, el rumbo de Europa seguirá siendo el mismo. Aunque el populismo de los dirigentes europeos y el hecho de anteponer los intereses nacionales sean claramente perjudiciales para la salud de la Unión, no ponen en peligro su supervivencia.

El nivel de interdependencia entre los países, los mercados, los partidos políticos y por último entre las personas dentro de la Unión es tan importante, que la magnitud del coste de una posible desintegración europea animan a las élites políticas y económicas y a los ciudadanos de a pie a realizar esfuerzos. Las huelgas, los bloqueos o las manifestaciones en Bruselas de las organizaciones sindicales procedentes de toda Europa son una especie de teatro, que ofrecen una forma de catarsis griega, de corta duración.

La ampliación al Este, una experiencia para los periodos de austeridad

Su ira la provoca el hecho de que la situación es peor que hace un tiempo, que los fondos europeos han dejado de fluir, que los jóvenes deben trabajar más y pagar por la pereza de sus padres, una generación que ignoró la necesidad de ahorrar para un futuro mejor. La Unión, o al menos la de antes, se ha cebado y se ha hundido en la pereza.

La ampliación de la Unión hacia el Este en 2004 aportó una nueva experiencia que podría servir perfectamente en periodos de austeridad. Hace poco me di cuenta de ello gracias al presidente estonio Toomas Hendrik Ilves, que explicaba la actitud tan estoica de los estonios y los letones ante reformas como las reducciones salariales y de las pensiones de jubilación y que hicieron salir a las calles a los occidentales. "Después de lo que vivimos en el sistema soviético, después de las deportaciones masivas y la represión, es impensable que nosotros, los europeos orientales, nos durmamos en los laureles", afirmaba.

Los polacos, los letones, los estonios saben muy bien que al entrar en la Unión han ganado el premio gordo, pero también saben que nada es para siempre y que ya nada es gratis. Europa sigue adaptándose a las nuevas condiciones, aunque los ajustes no sean tan rápidos como quisiéramos. El mecanismo de rescate de la eurozona empezará a ser operativo en unos años [en 2013]. Los efectos del "Pacto Euro Plus", ideado para favorecer la competencia y la disciplina presupuestaria, tampoco serán inmediatos.

Podemos estar seguros de la supervivencia de la Unión

En el pasado, la Unión logró superar diferentes crisis gracias a su flexibilidad. De igual modo, esta vez el nivel de protesta no tiene comparación con la magnitud de los cambios en el seno de la Unión, señala Paweł Świeboda, experto en cuestiones europeas y presidente del grupo de expertos polacos DemosEuropa. Europa se adentra cada vez más en la administración de los países miembros. Es una novedad. Sin duda, para salir de la crisis el precio a pagar será una creciente coordinación de las políticas económicas relativas al sistema fiscal, las pensiones o el déficit público. Será necesario dejar a un lado la idea del Estado del bienestar, para trabajar más y durante más tiempo y ahorrar...

No obstante, podemos estar seguros de la supervivencia de la Unión, aunque sea a costa de algunas heridas. La UE cambiará y sin duda estará menos dispuesta a ampliarse y será más dispar en lo que respecta al nivel de integración. Se inducirá a los países de la eurozona a que profundicen en su integración, lo que tarde o temprano planteará un reto a Gran Bretaña pues, al mismo tiempo que desea permanecer fuera de la eurozona, se niega a perder la influencia en la mesa de la UE.

La crisis se traducirá en un control aún más estricto por parte de Bruselas de las economías nacionales y de las finanzas públicas de los países miembros, así como en una menor generosidad en lo relativo a la concesión de fondos de la UE. La batalla del presupuesto de la UE para el periodo de 2014 a 2020 se presenta especialmente conflictiva. Y aún así, la Unión no ha llegado a su fin. Estoy convencido de ello, aunque, desde el punto de vista del editorialista, la visión del hundimiento de la eurozona, de la quiebra de varios países, de disturbios y de caos político sea mucho más espectacular que el intento de convencer al lector de que Europa saldrá de la crisis como se sale de una gripe aguda.

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