Decenas de miles de jóvenes españoles se han instalado en la Puerta del Sol en Madrid para protestar contra el paro masivo, que recientemente ha superado el 21% [el 43% entre los jóvenes], y contra los dramáticos recortes presupuestarios que se ha visto obligado a aplicar el presidente José Luis Rodríguez Zapatero para evitar el hundimiento de la economía española.
Al contrario que Grecia, antes de la crisis, España era una economía relativamente bien dirigida, con un presupuesto público saneado y un endeudamiento inferior al de muchos países, como Reino Unido. Pero la crisis bancaria y el estallido de la burbuja inmobiliaria causaron estragos. Tras las elecciones municipales y regionales del fin de semana pasado, los socialistas de Zapatero han recibido una bofetada por parte los electores, que se han decantado por los conservadores [del Partido Popular] en señal de protesta.
Zapatero, cuya popularidad se encuentra en los niveles más bajos, anunció que no se presentará como candidato a las elecciones de 2012.Pero la cruda realidad es que los políticos españoles apenas tienen más opciones: no pueden optar por la devaluación a causa del euro y tampoco pueden inyectar dinero freso en la economía por temor a que se precipiten los mercados financieros.
Los recortes presupuestarios son el tratamiento incorrecto
De hecho, los medicamentos que podrían sanar la "gripe española" no se encuentran en Madrid, sino fundamentalmente en Bruselas y en Berlín. Ahí es donde los dirigentes europeos han prescrito el tratamiento incorrecto: en lugar de llevar una política presupuestaria orientada hacia el crecimiento, asociada a una reforma estructural del mercado de trabajo, [la canciller alemana Angela] Merkel y compañía han apostado por resolver los problemas basándose en los recortes presupuestarios y han impuesto a la fuerza soluciones drásticas a las economías perjudicadas por la crisis y que lo único que hacen es aumentar sus problemas.
Por su parte, el Banco Central Europeo, cegado por la preocupación de mantener bajo control la inflación, un problema actualmente marginal con respecto a la explosión del desempleo, prepara el terreno para un aumento de los tipos de interés, con lo que empeorará la situación de los españoles. Pero la "gripe española" también ha puesto de manifiesto que la política de centro-izquierda europea no está en condiciones de proponer una alternativa viable a la política económica actual. Se desaprovechó la oportunidad de poner fin a un sector financiero sin regular al comienzo de la crisis. Ahora, la política de centro-izquierda debe dar una respuesta clara a la crisis.
Los jóvenes españoles, que deben enfrentarse a muchos años de desempleo masivo, han perdido con toda la razón la confianza en sus dirigentes políticos. Y la Unión Europea, no puede permitirse abandonar a millones de jóvenes europeos, ni moralmente, ni políticamente, ni económicamente.