El presidente norteamericano Barack Obama en un acto público celebrado en College Green, Dublín, Irlanda, 23 de mayo de 2011.

Obama: el amor es ciego

Ni sordidez ni un ego presuntuoso: los europeos admiran a Barack Obama porque personifica la posibilidad de que exista un líder inteligente y motivado por el público, nada que ver con los políticos europeos. Pero según un columnista del diario The Guardian, no les importa lo que ha hecho hasta ahora.

Publicado en 24 mayo 2011 a las 14:48
El presidente norteamericano Barack Obama en un acto público celebrado en College Green, Dublín, Irlanda, 23 de mayo de 2011.

En su libro La audacia de la esperanza, Barack Obama se describe a sí mismo como un test de Rorschach, el famoso experimento psicológico en el que a la persona se le muestra una serie de manchas de tintas y le piden que identifique qué ve en ellas. No existe una respuesta correcta. Porque en teoría cada respuesta revela las obsesiones y las ansiedades del paciente.

"Soy como una pantalla en blanco, en la que las personas de distintas tendencias políticas proyectan sus propias opiniones", afirmaba. "Como tal, seguro que decepcionaré a algunos de ellos, o puede que a todos".Pero uno de los aspectos más curiosos sobre las personas que más le apoyan no son sus decepciones, pues es de esperar, dadas las grandes esperanzas depositadas en él, sino su devoción imperecedera a pesar de esas decepciones. Es como si cada desilusión se redujera a una discreta decepción.

Es lo que ocurre desde hace tiempo con los votantes afroamericanos de Estados Unidos, que en cierto modo han logrado sentirse más optimistas que nunca sobre el país, aunque les vaya peor. El desempleo, la pobreza y los índices de ejecuciones hipotecarias han llegado a niveles mucho superiores a los que se registraban con George Bush, y aumenta la diferencia de oportunidades entre afroamericanos y blancos. Sin embargo, los afroamericanos siguen siendo el grupo más fiel a Obama. Sufren el 16% del desempleo, pero siguen dándole un 80% de aprobación.

La "euforia Obama" no se ha desvanecido

Las mismas contradicciones aparentes apuntalan las actitudes europeas con respecto a Obama, que prácticamente no han cambiado desde su aparición como candidato presidencial creíble. Una encuesta de investigación de Pew publicada en julio de 2008, antes de las elecciones, reveló que Obama era más popular en Europa que en cualquier otro continente, incluido Norteamérica.

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En Alemania, Francia, España y Gran Bretaña, más del 70% afirmaban que confiaban en que Obama "haría lo correcto en los asuntos mundiales" y más de la mitad estimaba que un nuevo presidente cambiaría a mejor la política exterior de Estados Unidos. Mientras que el 19% de los europeos entrevistados en una encuesta del German Marshall Fund en 2008 apoyaban la gestión de los asuntos internacionales de Bush, el 77% aprobaba la política exterior de Obama un año después.

En septiembre de 2009, Craig Kennedy, presidente de esta institución, exponía: "Sospecho que, cuando tengan que tomarse decisiones políticas de verdad, veremos cómo se desvanece la 'euforia Obama', a media que los europeos empiecen a verle más como un estadounidense y menos como ellos mismos". Pero no ha ocurrido así. Tres años después, sale de su país, donde incluso después del asesinato de Osama bin Laden el índice de aprobación ronda el 50% y aterriza en un continente en el que más del 70% cree que está desempeñando una buena labor.

"Después de todo, ¿ha cambiado algo?"

Lo extraño es que gran parte de los aspectos que odiaban los europeos sobre la era Bush siguen intactos, incluso ahora que Obama se prepara para presentarse como candidato a la presidencia por segunda vez. Guantánamo sigue abierto, prosiguen los traslados de prisioneros, hay más tropas en Afganistán e incluso sigue habiendo tropas en Irak.Además, Europa está implicada en muchas de las áreas en las que sigue estancada la política exterior. Parte del problema con Guantánamo es que los gobiernos europeos se niegan a acoger a muchos de los prisioneros. Algunos países han aplaudido la intensificación de Estados Unidos en la guerra en Afganistán, aunque hayan planificado unilateralmente la retirada de sus propias tropas.

La principal defensa de Obama en el extranjero, al igual que en su país, es que las cosas estaban muy mal cuando asumió la presidencia y que serían peores si se fuera. Es cierto. Pero es un argumento que se queda corto con respecto a la retórica que le acompañó hasta su ascenso al poder. Ya no es tanto el famoso "Yes we can" (Sí, podemos), sino más bien "Podría ser peor".

Las élites políticas europeas desde hace tiempo se sienten frustradas. "Quizás sea una exageración, pero veo esta gira europea como una oportunidad para poner a cero la relación con Europa", declaraba en el Washington Post Heather Conley, directora del programa europeo del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. "Los líderes europeos han estado luchando por determinar en qué lugar encajaban. Tenían grandes expectativas con respecto a este presidente, pero ahora se preguntan, 'Después de todo, ¿ha cambiado algo?'"

El liderazgo europeo en estado lamentable

Pero esto aún debe analizarse más exhaustivamente. Si ha aportado tan poco, ¿por qué le admiran tanto los europeos? Aún prevalecen muchos de los motivos originales. No llega a ser todavía un George Bush, aunque es discutible cuánto tiempo seguirá siendo importante esa calificación negativa. Además, apareció en un momento en el que el liderazgo político europeo se encontraba en un estado especialmente lamentable. Los europeos no admiran más a Obama que los estadounidenses. Le admiran más de lo que admiran a las personas que ellos mismos han elegido.

Una de las razones por las que Obama es tan popular en Europa en parte es porque ha aparecido en un momento en el que el liderazgo europeo se encuentra en un estado tan lamentable. Menos de un tercio de italianos y franceses aprueban a Silvio Berlusconi y Nicolas Sarkozy, respectivamente, al igual que sólo la mitad de los alemanes piensan que Angela Merkel es creíble. David Cameron no sale mejor parado.

En comparación con ellos, el inteligente, carismático, telegénico y nada sórdido Obama sigue representando la posibilidad de una forma de política electoral popular, liderada por ciudadanos inteligentes y motivados por el público, en contraposición a los oportunistas, los ególatras y los reyes de la avaricia. Es como si con su capacidad probada para expresar el origen y el alcance de los problemas haya bastado para que algunas personas pasaran por alto su incapacidad de dar con la solución de los mismos.

La Obamafilia de Europa refleja sus puntos débiles

Pero en muchos sentidos, la Obamafilia de Europa ha sido siempre tanto un reflejo de sus puntos débiles como de sus puntos fuertes. Al igual que los monárquicos buscan un monarca benevolente en el que puedan depositar grandes esperanzas pero sobre el que no tienen control democrático, han preferido no aprovechar su propio poder, sino confiarlo a otra persona.Y esas debilidades han aumentado. Con las persistentes consecuencias de la crisis financiera, el continente lucha por mantenerse a flote. Grecia e Irlanda se encuentran al borde del impago, Portugal necesita un rescate y en España se producen revueltas. El destino del euro se cuestiona abiertamente.

Y aunque persisten muchos de los problemas que afectan a las relaciones transatlánticas, casi todo lo demás ha cambiado. La primavera árabe puso de manifiesto la menguante influencia de Estados Unidos y Europa en el mundo, mientras que las demandas para mantener la presidencia del FMI suenan a derecho anacrónico contra el poder emergente de economías en desarrollo más dinámicas.Las actitudes de los europeos con respecto a Obama nos dicen más sobre Europa que sobre el presidente de Estados Unidos. Y lo que nos dicen sobre ambos aspectos no es especialmente digno de admiración.

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