El presidente serbio Boris Tadić y el general Ratko Mladić.

Tras Mladić se asoma una gran oportunidad

Con la detención del responsable de la masacre de Srebrenica y del sitio de Sarajevo, las autoridades de Belgrado cierran una página sombría de la historia de Serbia. Y abren una oportunidad de oro para normalizar la situación de su país, indica un editorialista serbio.

Publicado en 27 mayo 2011 a las 13:55
El presidente serbio Boris Tadić y el general Ratko Mladić.

Los servicios de seguridad serbia han detenido a Ratko Mladic en el domicilio de su primo, en Lazarevo, una población cercana a Zrenjanin, al norte de Serbia. Más concretamente, han detenido a un ciudadano que se presentaba como Milorad Komadic, lo que recuerda a la detención en 2008 de un tal Dragan Dabic, más conocido con el nombre de Radovan Karadzic. De este modo, Serbia ha pasado una importante página en su historia, al liberarse, aunque con lentitud, de su pasado guerrero. Un pasado que ya no tiene herederos políticos legales, pero que ha dejado numerosas víctimas y ha engendrado gran cantidad de verdugos. Serbia salda así sus cuentas con la justicia internacional.

Pero aunque este macabro folletín llega a su fin, siguen sin respuesta muchas preguntas. ¿Por qué ha durado tanto tiempo esta historia? ¿Por qué Mladic no se encuentra desde hace varios años en La Haya? ¿Por qué los Gobiernos anteriores no lograron detenerlo, por qué el “cerco”, real o fingido, siempre llegaba con dos o tres días de retraso con respecto al fugitivo? ¿Quién le ayudaba durante todos estos años, en las altas esferas estatales, sobre todo en el ejército? ¿Se perseguirá a los responsables? ¿Las instituciones del Estado, o al menos algunas, sabían dónde se escondía Mladic y hacían cálculos y regateos inconfesables?

También nos podemos preguntar si durante el mandato de los anteriores Gobiernos, sobre todo el de Vojislav Kostunica, existía una auténtica voluntad de detener y de llevar a Mladic a la prisión del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia (TPIY) de La Haya. Y si la carencia de esta "voluntad política" no constituiría una infracción grave de la ley aceptable según las diligencias judiciales.

Mladić no es el único problema de Serbia

Se trata de preguntas legítimas e importantes a las que el poder actual debe dar respuestas creíbles. No obstante, lo que importa hoy es el acto que ha permitido poner fin a esta larga persecución, el acto con el que Serbia tiene la ocasión de salir del círculo vicioso. Sería demasiado sencillo creer que Mladic y Hadzic [el último fugitivo, acusado también de crímenes de guerra] constituyen el único y más grave problema de Serbia en el camino que conduce a las instituciones euro-atlánticas.

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Pero sin haberlo resuelto, no podría producirse un progreso importante, sobre todo ahora que la política del Gobierno sobre Kosovo se encuentra de nuevo en un callejón sin salida y va en contra de su voluntad de formar parte de la Unión Europea.

En cualquier caso, la naturaleza del hombre hace que los errores del pasado se borren de la memoria ante los logros de hoy. Al poner fin a la huida de Mladic, el presidente Boris Tadic y su coalición política [dirigida por el Partido Demócrata] han demostrado su determinación de pasar página de la forma más llamativa posible. Su arresto es también un golpe para la derecha nacionalista que sin duda alzará la voz y organizará algunas manifestaciones, aunque seguro que todo acabará ahí.

No hay salida de la pesadilla sin solución para Kosovo

Porque Serbia ya no cuenta con fuerzas políticas capaces de parecerse a las multitudes alrededor de un “héroe serbio” como Mladic. Recordemos que Karadzic fue detenido la víspera de la escisión del Partido Radical Serbio (ultranacionalista) que dio lugar a una nueva formación nacionalista, el Partido Serbio del Progreso, que ahora flirtea con las ideas pro-europeas, sin duda de forma contradictoria y poco clara, pero con ellas se evita un enfrentamiento con la justicia internacional.

La detención de Mladic también reforzará la posición de Serbia en la región, ya que su incapacidad, o su falta de voluntad, para respetar los compromisos sobre justicia internacional era su talón de Aquiles y el pretexto ideal para que los países vecinos no cumplieran los suyos. Hoy acaba esta historia, Serbia está saliendo casi definitivamente de los años noventa.

Y digo casi porque no puede producirse una salida definitiva a esta pesadilla sin una solución duradera al problema de Kosovo. Si el poder actual renuncia a que Serbia salga definitivamente de la encrucijada, habrá desaprovechado una ocasión histórica. De nuevo, su oportunidad está ahí.

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