Noticias Crisis de la deuda

La conjura de los necios

Al contentarse con imponer medidas de austeridad en los países endeudados, la Unión y sus dirigentes demuestran ceguera o incluso estupidez: ponen en aprieto a sus socios sin sacar ninguna ventaja de ello, tal y como señala un jurista portugués.

Publicado en 31 mayo 2011 a las 15:47

Hace algún tiempo, ante las conclusiones del Consejo Europeo de esta primavera, me llegué a plantear si era yo el que estaba equivocado. Me esforzaba por comprender lo que me parecía como un enorme abismo entre lo que se había prometido y anunciado y los resultados terriblemente escasos y modestos. Por todos lados asistí estupefacto al milagro de la multiplicación de las declaraciones a veces contradictorias y casi siempre incendiarias sobre los mercados, por parte de los responsables de la Unión Europea.

Con su sentido del análisis sin igual y su inteligencia y cultura brillantes, mi amigo [el historiador] José Medeiros Ferreira compara la situación actual de Europa con los últimos años del Imperio austrohúngaro, cuando el poder estaba en manos de una burocracia desconectada de la realidad. Y creo que tiene razón: la burocracia de la Unión, que ha contribuido tanto a alejar a los ciudadanos de la misma idea de Europa, se conforma con velar por sus propios intereses, sin preocuparse por lo que es el proyecto europeo.

Al ver que las declaraciones [del presidente del Banco Central Europeo] Jean-Claude Trichet (e imagino que [su sucesor designado] Mario Draghi, cegado por su voluntad de parecer a los alemanes más teutones que ellos mismos, apenas se alejará de lo que es desde hace tiempo la posición oficial y oficiosa del Banco Central Europeo) auguran medidas claramente insoportables impuestas a Grecia, en el mismo momento en el que el BCE empieza a subir los tipos de interés a pesar del crecimiento anémico de la eurozona y la crisis que viven los países periféricos, no puedo sino preguntarme: ¿la independencia de los bancos centrales es también una buena idea en la que solíamos creer?

No hay explicación moral que sostenga los programas de austeridad

Lo que más me cuesta comprender es entonces qué es lo que lleva a los principales dirigentes políticos europeos a insistir en una solución que se ha demostrado claramente que sólo producía resultados deplorables en los pacientes a los que se administraba, e incluso, al fin y al cabo, en ellos mismos y en los intereses que supuestamente tienen que defender.

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Reconozco haber realizado muchos esfuerzos para intentar comprender la lógica de este comportamiento, y admito haber pensado durante un tiempo, en un arrebato de generosidad, que se trataba de una postura moral, relacionada con la preocupación legítima de proteger a los inversores poseedores de los títulos soberanos emitidos por estos países llamados periféricos. Luego, tras haber constatado que se trata de inversiones que, con el pretexto del elevado riesgo, producen una remuneración muy superior a la de los títulos más seguros, llegué a la conclusión de que ningún argumento moral podía oponerse a que los acreedores sacrifican una parte de sus ganancias, porque sus inversiones están garantizadas.

Entonces, puesto que no hay ninguna explicación moral que se sostenga, ¿podría explicarse todo esto por políticas que velan por los intereses financieros? Y en este sentido, también resulta difícil encontrar una lógica a este comportamiento, ya que al insistir en programas de austeridad drásticos, que lo único que hacen es agravar la situación financiera de los Estados y dificultar su capacidad para cumplir sus compromisos, los dirigentes políticos europeos se adentran en un camino que perjudica radicalmente estos intereses financieros.

¿Podríamos afirmar que la Unión Europea es estúpida?

Entonces es cuando recordé el brillante ensayo de Carlo Cipolla, Allegro ma non troppo: las leyes fundamentales de la estupidez humana, y su regla de oro de la estupidez: estúpido es aquel que hace mal a otra persona o a un grupo de personas sin obtener ningún beneficio personal o incluso perjudicándose a sí mismo con su acto. Por ello me planteé una pregunta: si trasladamos el análisis de Cipolla del individuo a las instituciones, ¿podríamos afirmar entonces que la Unión Europea es estúpida?

A menos, evidentemente, que todo esto se limite a una puesta en escena elaborada y que exista un plan alternativo cuyo objetivo sea expulsar del club de los ricos, es decir, de la eurozona, a esas poblaciones tostadas al sol que se han infiltrado insidiosamente. Y también a los irlandeses que, a pesar de tener los ojos y la piel claros, han engañado a Europa al hacerle olvidar por un tiempo que tenía la costumbre de tratarlos como sus negros. Además, ¿no son estas ovejas negras las que votaron “no” al referéndum que debía reforzar la integración europea? ¿No es eso lo que quiso decir la comisaria griega Maria Damanaki?*

* La comisaria de Pesca y Asuntos Marítimos advirtió el 25 de mayo del riesgo de salida de su país de la eurozona si no lograba realizar los esfuerzos necesarios para reducir su enorme deuda.

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