Un hombre cortando turba en una ciénaga de Ballycroy, en Co Mayo, Irlanda.

La guerra de la turba

La ancestral práctica irlandesa de cortar turba para utilizarla como combustible ahora está prohibida en muchas áreas pantanosas, después de que la UE las designara como hábitats naturales importantes. Al Gobierno irlandés le preocupan las multas de Europa, pero los cortadores tradicionales de turba ha puesto el grito en el cielo.

Publicado en 23 junio 2011 a las 13:50
@bennyblub  | Un hombre cortando turba en una ciénaga de Ballycroy, en Co Mayo, Irlanda.

En el pantano, entre un campo de tiras negras de turba apiladas como piezas de Jenga, Michael Fitzmaurice mira desafiante al avión que fisgonea su medio de vida. La misión del avión es observar si alguien sigue cortando, apilando o recogiendo turba, una tarea que la UE ahora considera ilegal. "Es curioso que en un país en recesión y prácticamente en bancarrota, las autoridades puedan permitirse poner un avión en el cielo para espiar a los cortadores de turba", afirma mientras parte con las manos un trozo de este combustible negro y natural.

"Durante la temporada de corte, vinieron helicópteros además de aviones y las autoridades llegaron en furgonetas para observar los pantanos y obligarnos a dejar de hacer lo que han hecho nuestros ancestros durante siglos. Y todo porque tienen miedo de que la UE multe a Irlanda si continúa con el corte de turba".

La UE ha designado este mullido y empapado terreno irlandés como Área de Conservación Especial y ha dictaminado que no puede continuar el corte de turba para preservar estas zonas. Al Gobierno irlandés le preocupa que la UE imponga costosas multas a la república por desobedecer unas directivas medioambientales establecidas hace 14 años.

"Nosotros no hemos provocado la bancarrota"

Pero Fitzmaurice, de 43 años y que comenzó a cortar turba con su padre cuando tenía cuatro, rechaza la idea de que su Gobierno tenga que cumplir la orden medioambiental de Bruselas porque Irlanda le deba mucho a la UE. "Los cortadores de turba y sus familias no son los que han llevado al país a la bancarrota. Han sido los bancos, los constructores y sus amigos los políticos los que han causado esta situación en Irlanda. No somos responsables de ello, entonces ¿por qué debemos pagar un precio tan alto para hacer lo que nos dice Europa?".

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Sin embargo, la versión del An Taisce, la organización del Patrimonio Nacional de Irlanda, insiste en que el Gobierno del Fine Gael y los Laboristas ahora debe hacer cumplir la prohibición. Los ecologistas irlandeses señalan que las turberas son un entorno único y uno de los hábitats naturales más frágiles y sobreexplotados del mundo.

"Las turberas tienen más valor para la sociedad si se mantienen intactas que si se siguen obteniendo las limitadas ganancias económicas minoritarias de los extractores de turba", afirma un portavoz del An Taisce. El grupo ecologista insiste en que la necesidad de detener el corte de turba "lleva 10 años de retraso".

18.000 cortadores de turba

Pero los hombres y mujeres que cortan turba en Irlanda cuentan con un defensor en Dublín: Luke "Ming" Flanagan, diputado del distrito Roscommon South Leitrim. Con perilla y pelo largo, se parece un poco al malo de las películas de ciencia ficción de Buck Rogers. Pero Flanagan, un diputado del Dáil radical e independiente, se toma muy en serio la defensa del derecho a cortar turba.

"Las autoridades amenazan a estas gentes con sanciones financieras y penales. He oído casos de cortadores de turba que también son agricultores y que les han dicho que dejarán de recibir ayudas agrícolas de la UE si no dejan de cortar en las turberas", comenta.

"Ahora mismo nos encontramos en un punto muerto, en un alto al fuego, por así decirlo. Pero estamos en un periodo crítico y espero que se establezcan compromisos y se permita seguir cortando un pequeño porcentaje de las turberas. Estamos hablando del sustento de unas 18.000 personas que o trabajan en el corte de la turba o bien dependen de ello como fuente de combustible. ¿Qué otra alternativa tienen? ¿Traer más carbón de Polonia o petróleo de Oriente Próximo?".

"No puedo comprar petróleo"

En la turbera cerca de donde trabaja Fitzmaurice, Tom Gibney ha colocado una bandera irlandesa tricolor que domina su propio banco de turba. "Las escrituras que tengo de esta turbera datan de la época del dominio británico en 1896 y las tengo enmarcadas en la pared de mi casa. Aún llevan la corona del Reino Unido en la parte superior del documento y ahora que se supone que somos un país independiente, no me voy a rendir ni a renunciar a parte de ella por la turba".

No lejos de allí, en una fría y húmeda casita, Ella McKeague, de 87 años, se calienta junto al fuego y el acre olor del humo de turba impregna la habitación. Junto a su casa hay una pequeña turbera de su propiedad, de la que hace poco los vecinos extrajeron suficiente turba para mantener en calor a esta débil jubilada el resto del año.

"No puedo comprar petróleo. Todos dependemos de la turba para pasar el año. Dígales que nos dejen cortar la turba como llevo haciéndolo durante 60 años", comenta mientras se agarra a su andador y se inclina para poner unas cuantas tiras más de este combustible natural en el fuego.

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