Sopronpuszta, cerca de Sopron (Hungría), 19 de agosto de 1989 : poco antes de las 3 de la tarde, la valla en la frontera con Austria se abre con ocasión del "picnic paneuropeo" (Tamás Lobenwein)

Europa cambió con un picnic

El 19 de agosto de 1989, varios miles de personas se dieron cita cerca de la localidad húngara de Sopron, junto a la frontera austriaca, para realizar un “picnic paneuropeo”. Organizado por los partidos de la oposición democrática húngara y por el movimiento Paneuropeo de Otto de Habsburgo, con el permiso de las autoridades húngaras, el picnic dio ocasión para abrir la frontera durante tres horas y fue uno de los episodios que precipitaron la caída del Telón de Acero.

Publicado en 19 agosto 2009 a las 16:03
Sopronpuszta, cerca de Sopron (Hungría), 19 de agosto de 1989 : poco antes de las 3 de la tarde, la valla en la frontera con Austria se abre con ocasión del "picnic paneuropeo" (Tamás Lobenwein)

“¡Recordemos!”, titulaMagyar Hírlap en su celebración del vigésimo aniversario de aquel momento “tan importante en la memoria europea”. El periódico húngaro cita las palabras de la canciller alemana Angela Merkel, a quien se esperaba estuviese en Sopron al lado del ministro de Asuntos Exteriores sueco Carl Bildt, luego de afirmar que “Alemania siempre estará agradecida al pueblo húngaro por su valiente anticipación, sin pedir nada a cambio”. Se esperaba también a un buen número de los cerca de 600 ex alemanes del este que aprovecharon la apertura temporal de la frontera con ocasión del picnic para pasar al oeste, comenta también Magyar Hírlap, según el cual “los alemanes ven en el picnic paneuropeo la llave de la unificación. Se sentirán como en casa en esta localidad, pues tanto las señales como los nombres de las calles están en ambas lenguas, húngaro y alemán”.

“Un picnic paneuropeo derriba el Telón de Acero”, escribe por su parte el diario rumano Adevarul. Aquel día, Budapest “tensó la cuerda con Moscú”, estima el periódico, a la vez que observa que no había motivos ideológicos detrás de la apertura: “no se pueden ignorar las razones financieras, pues los húngaros debían renovar periódicamente los 246 kilómetros de alambrada, ¡una operación que no era precisamente barata!” La barbacoa, organizada a base de “salchichas y cerveza”, pondría en marcha lo que todavía hoy se conoce como “el gran éxodo de los alemanes del este”, escribe también Adevarul, subrayando que a partir de aquel momento más de 50.000 alemanes del este pasarían al oeste antes de que cayera el Muro, el 9 de noviembre siguiente.

“Nada fue planificado”, confiesa a Der Standard Walburga Habsburg-Douglas, quien participó en la organización del picnic con Otto de Habsburgo. El rotativo vienés explicaque su padre fue quien se encargó de los contactos con el gobierno húngaro. Walburga, por su parte, hizo que se distribuyeran octavillas hasta el lago Balaton, uno de los lugares de vacaciones preferidos de los alemanes del este: “Esperaban que algo pasara. La intención era que el picnic diera cuenta de que Hungría formaba parte de Europa. Cuando vi la afluencia de gente, pensé que aquello podría ser el comienzo de algo”.

El Süddeutsche Zeitung de Munich esboza por su parte el retrato del “héroe del día”: el subcoronel Árpad Bella, responsable del puesto fronterizo húngaro, “el guardia fronterizo que se negó a seguir representando el papel de carcelero y que dejó pasar a los refugiados a través de una barrera cada vez más frágil”. Sin embargo, el Times de Londres señala, aquel día de 1989 Bella maldijo su suerte: “curiosamente, o tal vez no tanto, sus superiores se hallaban ausentes aquel día. El comandante del puesto fronterizo estaba de vacaciones en la Unión Soviética y su segundo no se sabía dónde estaba”. “Sabía que probablemente pasaría meses, incluso años en la cárcel” confía Bella a Süddeutche Zeitung, el cual subraya sin embargo que Bella “se dejó llevar por su pragmatismo: les dejó correr” y añade que fue él quien convenció a sus colegas austriacos para que no bloquearan a los fugitivos.

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De hecho, apunta ABC, “les dejaron escapar”, pues la consigna del gobierno húngaro era desde hacía algunos meses la de “laisser faire”, no sin contar con el acuerdo tácito de Moscú. Budapest "se había desmarcado de la línea oficial comunista y no quería aislarse de Occidente, para enfado del entonces mandamás de la República Democrática de Alemania, Erich Honecker". El periódico español cita como prueba las conversaciones del Primer Ministro húngaro de la época, Miklos Nemeth, según el cual “fue una prueba para ver si lo que Gorbachov me había dicho en marzo era verdad, o si la Unión Soviética respondería dando la orden de intervenir a sus batallones, estacionados en nuestro país".

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