En el semanal polaco Polityka, el experto en política Klaus Bachmann critica la falta de realismo de los países europeos cuyas tropas están presentes en Afganistán y quienes se niegan a ver la realidad de la situación por miedo a incomodar la opinión pública. Afirma además que “hoy en día Polonia no tiene mucho que ver con un país en guerra. Los países en guerra imponen la censura militar, como Israel, o limitan las libertades civiles, como Estados Unidos. Nada de eso ocurre en Polonia, en el Reino Unido o en Alemania. El gobierno alemán se esfuerza por no calificar de guerra la intervención en Afganistán y la presenta como una especie de operación policial, para crear la ilusión de que sus tropas están allí, principalmente, para apoyar a la sociedad civil, construir colegios o defender los derechos de las mujeres”. Asimismo, Bachmann considera que la paz en Afganistán también será difícil de lograr debido a que el único medio para obtenerla, es decir, negociar con los Talibanes, nos guste o no, se ha convertido en algo imposible de “vender” políticamente a nuestras opiniones públicas, sobre todo “después de que centenares de soldados europeos y estadounidenses hayan fallecido al combatirlos durante los últimos ocho años”.
Dilema Veche también pone en duda que la táctica aplicada por la UE en Afganistán sea la mejor y tilda de “desoladora” la “incapacidad de los países occidentales de asumir sus responsabilidades”. En particular, el semanal rumano critica esta “legión completa de portavoces del pensamiento débil, que nos han metido en la cabeza que el conflicto afgano y la reconstrucción del país se realizarán a golpe de ‘soft power’. Un método que está de moda, puesto que nuestras democracias prefieren dar dinero a implicarse en el terreno al lado de las ONG y de otras asociaciones” que trabajan a diario en contacto con los afganos. Dilema Veche también afirma que “se debería abandonar la ilusión de que el método suave por sí solo es más eficaz que el método duro y cambiar de táctica, puesto que nos empuja a continuar con la guerra y a seguir perdiendo vidas. La verdad es que la Unión todavía no ha logrado combinar los dos tipos de acción: mentalmente somos prisioneros de esta dicotomía y, administrativamente, estamos crucificados por nuestra propia burocracia”.
Militarmente débil, Europa tampoco se esfuerza mucho más en el aspecto financiero para la reconstrucción de Afganistán, opina Edward Burke en El País. De acuerdo a este investigador en la Fundación FRIDEde Madrid, "dejar de lado la política fundamental de la violencia no sirve más que para hacer que el proceso de estabilización sea más largo, difícil y costoso (...) los objetivos de Reino Unido y Europa en Afganistán consisten ahora en mantener 'sujetos' a los insurgentes, no en construir instituciones nacionales fuertes y transparentes". La prueba sería la falta de preparación de Occidente para las elecciones que tienen lugar hoy. "Los limitados fondos europeos que van a Afganistán no representan precisamente un esfuerzo apabullante para implantar un modelo institucional occidental. De los donantes europeos, sólo Reino Unido, Alemania y la Comisión Europea han dado a Afganistán más de 100 millones de euros anuales en concepto de ayuda al desarrollo". La verdad, concluye Burke, es que "no contribuye demasiado a la construcción del Estado en Afganistán. Hay tendencia a realizar pequeñas operaciones de ataque contra los insurgentes en las que se hace un gran uso de las fuerzas especiales angloamericanas (...). El peligro, más que el de imponer un modelo excesivamente occidental y prístino en Afganistán, es el de irse al otro extremo, poner el listón muy bajo para justificar una rápida retirada europea".