Sfântu Gheorghe (Transilvania) : miembros de la minoría húngara protestan contra la destitución de varios altos funcionarios de su comunidad por el gobierno, el 18 de junio de 2009. Foto : www.sfantugheorgheinfo.ro

Bucarest mima a sus húngaros de Transilvania

Ante el aumento de las demandas de autonomía por parte de la minoría húngara de Transilvania, puesta de manifiesto por los nacionalistas en Budapest, las autoridades rumanas multiplican sus esfuerzos por asegurar su fidelidad.

Publicado en 26 agosto 2009 a las 15:04
Sfântu Gheorghe (Transilvania) : miembros de la minoría húngara protestan contra la destitución de varios altos funcionarios de su comunidad por el gobierno, el 18 de junio de 2009. Foto : www.sfantugheorgheinfo.ro

A finales de junio, el presidente rumano Traian Basescu se dirigió a la ciudad de Tîrgu Mures, en Transilvania, para realizar una visita estratégica. Esta región central de Rumanía, situada en pleno corazón de los Cárpatos, ha vivido una historia agitada en los últimos 150 años. Transilvania se anexionó al reino de Hungría tras el compromiso austro-húngaro de 1867. Después siguieron años de política de "magiarización" forzada, lo que desembocó en una serie de conflictos contra otros grupos.

Tras 1918, fueron los rumanos los que impusieron su dominio en el territorio, con lo que se produjeron diferentes actos violentos hacia la población húngara. La violencia volvió a surgir en 1990 en Tîrgu Mures, justo tras la caída del régimen de Ceausescu. Un gran número de húngaros tuvieron que abandonar la ciudad, después de que las manifestaciones pacíficas para demandar más autonomía para su región se saldaran con enfrentamientos contra la comunidad rumana, incitada, según se dice, por los hombres de la Securitate que aún estaban en servicio. A pesar de ello, Tîrgu Mures alberga aún a la población más importante de lengua magiar de Rumanía (70.000 personas). Por lo tanto, el presidente ha elegido una región cargada de historia para hacer su aparición en escena, donde ha dicho a los miembros de la minoría húngara: "Os quiero a todos. A vosotros, que poseéis carnés de identidad y pasaportes rumanos", antes de calificar a la ciudad de "ejemplo de cohabitación pacífica".

Según los políticos locales de la comunidad rumana, la elección del lugar y el contenido del discurso eran parte de una maniobra calculada al milímetro por parte del jefe de Estado rumano. Según ellos, Basescu intenta asegurarse desde ahora el apoyo de la Unión demócrata de los húngaros de Rumanía, ante las elecciones presidenciales de este invierno. Además, en la vecina Hungría comienzan a invertirse las relaciones de poder. El partido de derecha nacionalista Fidesz, dirigido por Viktor Orbán, va progresando y debería ganar las próximas elecciones legislativas. Se supone igualmente que el partido de extrema derecha Jobbik participará en el poder legislativo de Budapest. En sus discursos, los dos partidos evocan a la gran Hungría olvidada. Orbán también ha hecho campaña en Transilvania. Precisamente esta influencia es la que Basescu quiere contrarrestar a partir de ahora con su "declaración de amor relativa" a los húngaros rumanos. Pero la condición para ser "amados" por el jefe de Estado es jurar lealtad al Estado rumano.

Rumanización creciente

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La minoría húngara asciende a entre 1,4 y 1,6 millones de personas, sobre los 22 millones de habitantes de Rumanía en total. Cerca de la mitad de las personas de lengua magiar que habitan en Transilvania (alrededor de 700.000), pertenecen a la minoría de los székely. Actualmente son ellos los que imponen las exigencias de autonomía. Sfântu Gheorghe es el nombre rumano de una pequeña ciudad con 62.000 habitantes. Tres cuartas partes de la población de la ciudad está integrada por húngaros. Los habitantes de lengua magiar consideran una provocación constante el hecho de que su arteria principal, la "calle del 1 de diciembre de 1918", deba su nombre a la fiesta nacional rumana, día de la anexión de Transilvania a Rumanía. Y la estatua del héroe nacional rumano Miguel el Valiente (Mihai Viteazul) que domina la ciudad para muchos de los húngaros es como una gran espina clavada en el pie.

El alcalde Arpad Andras Antal, cuyo nombre revela su identidad húngara, no oculta sus sentimientos. Simplemente, para la mayoría húngara de su ciudad resulta insoportable que, por ejemplo, la policía y los gendarmes contraten exclusivamente a rumanos que no hablan ni una palabra de magiar. Antes de la II Guerra Mundial, aún era normal que los habitantes de Transilvania dominaran tres idiomas: rumano, alemán y magiar. Antal destaca que la escisión de los países comunistas como Yugoslavia ha atemorizado a los políticos rumanos. Sin embargo, los székely aún esperan conseguir una autonomía, siguiendo el modelo de Trentino-Alto Adagio, en Italia, o de Cataluña en España. Los húngaros de Rumanía confiaron en la Unión Europea. Pero se decepcionaron porque la UE considera el problema de su minoría un asunto interno de Rumanía.

Antal constata la existencia de una "rumanización servil": según él, los rumanos se implantan en el territorio sistemáticamente, se prevén nuevos cuarteles, todo ello con el fin de seguir limitando a la minoría húngara. Y según el joven alcalde, esta minoría se ha radicalizado en los últimos tiempos. Se ha producido un cambio generacional de los representantes políticos de la minoría húngara y los jóvenes elegidos por el pueblo ya no tienen miedo de imponer sus demandas radicales.

Hungría-Eslovaquia

Silencio ensordecedor de la Unión Europea

Desde la llegada en 2006 al gobierno eslovaco de una coalición de populistas y de nacionalistas, las relaciones entre Budapest y Bratislava no dejan de degradarse, centrándose en la cuestión de la minoría húngara de Eslovaquia. Frente al aumento de la violencia, la Unión se muestra pasiva,lamentaGabor Stier en el diario húngaro Magyar Nemzet.

La Unión Europea, como en muchas otras ocasiones, se calla. Profesa la política del avestruz al ignorar el conflicto entre sus dos Estados miembros. Su portavoz lamenta que no haya ninguna medida prevista para solucionar este tipo de disputa. Y punto. Sin más, pasa a la próxima pregunta. Si dejara de morderse la lengua, el apparatchik bruselense añadiría probablemente que la Unión Europea está hasta las narices de las discordias en el norte de los Balcanes, y que muchos se arrepienten ahora de esa maldita ampliación, que tantos dolores de cabeza les da.

A principios del siglo pasado, la parte más venturosa de Europa debió razonar con la misma cínica indolencia acerca de las tensiones de nuestra región. La insensibilidad de los dirigentes ha intentado poner remedio a estos delicados conflictos a fuerza de hachazos, obteniendo como resultado el que ya conocemos. La situación actual es obvia, sin embargo ¿dónde se encuentra el referente de los valores de Europa? Curiosamente, el tratado de Niza deja en el tintero el tema de las minorías. El de Lisboa, en cambio, deja claro que la Unión Europea respeta sus derechos. Pero, claro, primero habría que aceptar este tratado. A nadie le entra en la cabeza que la Unión Europea se quede de brazos cruzados viendo cómo se pelean dos de sus Estados miembros, cuando es ella quien ofrece encantada sus servicios fuera de sus fronteras para atenuar, pacificar y estabilizar conflictos. Su comportamiento irresponsable es de lo más suicida. Su silencio, que incita a muchos a darle la espalda, la debilita moralmente. Y lo que es peor aún, en el plano estratégico, este tipo de conflictos socava los cimientos de una casa europea que todavía está en construcción.

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