La cumbre UE-América Latina y el Caribe, que debiera haber sido el broche final de la presidencia española de la UE, ha brillado por las ausencias. De una orilla del Atlántico, el presidente de Venezuela Hugo Chávez decidió el viernes 14 que no asistiría al encuentro, si bien las autoridades españolas daban por confirmada su asistencia el día anterior. También en el último momento se descolgó el presidente nicaragüense Daniel Ortega, eso sí, enviando “mucho cariño” al pueblo de España.
Tampoco se ha desplazado a Madrid el presidente cubano Raúl Castro, que desde que tomo el relevo a su hermano no ha asistido a las cumbres regionales latinoamericanas ni al anterior encuentro con la UE en Lima. El presidente de Uruguay, José Mújica, ha sido otra cruz en la lista, aunque éste con justificante médico.
De entre los anfitriones, han faltado de forma masiva los mandatarios de los países del Este de la Unión, poco interesados en la asignatura latinoamericana. Polonia, Hungría, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Lituania no estuvieron representados por sus máximos dirigentes en la cita de los días 18 y 19 de mayo en Madrid.
Pero es que la Europa occidental tampoco se ha volcado con esta cita. Silvio Berlusconi no acudió a la cumbre, mientras que el recientemente elegido primer ministro británico, David Cameron, prefirió delegar en su ministro de Asuntos Exteriores, William Hague. Por otro lado, Angela Merkel sólo asistió a la cena en la Casa Real y Nicolas Sarkozy llegó tarde a la foto de familia, quien sabe si debido a un arrebato de pasiónde los que tanto se ha hablado últimamente.
En vista de que la nube volcánica del Eyjafjalla no justifica las ausencias de los líderes de 14 de los 27 Estados miembros en esta ocasión, cabe preguntarse si para esta UE existe algo debajo de Texas y Arizona, aunque esta región represente en la actualidad el quinto PIB mundial y cuente con una de las economías emergentes más destacadas del momento: Brasil. Si bien la desgana parece mutua, la Unión Europea ha tendido la alfombra roja a la República Popular de China, que para 2020 será el segundo inversor en la región por detrás de EEUU.
María Gallar Sánchez