La Unión Europea ha tardado veinte días en reconsiderar su ayuda de emergencia a Pakistán. La torpe reacciónante semejante catástrofe humanitaria hace plantearse si es necesario agilizar las fuerzas de respuesta a emergencias.
La coordinación de la ayuda compromete una de las inviolables competencias del Estado-nación: la seguridad y la defensa. “Esta problemática de desastres está a menudo vinculada a esfuerzos militares, y si hay un terreno de interés nacional es justamente el de las fuerzas armadas […] Las fuerzas armadas son en extremo reticentes a agilizar el proceso hacia una mejor coordinación”, comenta Thijs Bermans, miembro de la Comisión de la Unión Europea para la Ayuda al Desarrollo a Radio Netherlands.
El Tratado de Lisboa incluye cambios en la Comisión Europea para Ayuda Humanitaria y Protección Civil (ECHO) que aún no han sido implementados. Hasta la fecha, ECHO reparte cada año unos 700 millones de euros a organizaciones de ayuda sobre las que carece de autoridad. Bajo los cambios que se están realizando en el sistema, ECHO dispondrá de un mayor control sobre sus finanzas y tendrá capacidad para movilizar su propio grupo de expertos a las zonas en crisis y establecer los Cuerpos de Ayuda Voluntaria Humanitaria. Sin embargo, esta reforma llega demasiado tarde para Pakistán.
La lenta ayuda humanitaria a Pakistán, como han puesto de manifiesto numerosos medios de comunicación esta semana, no sólo se debe al ineficiente sistema de alertas europeo. Occidente identifica al país asiático con el fundamentalismo islámico, algo que no conmueveen absoluto a poblaciones y gobiernos. Estos prejuicios no justifican la inacción.
María Gallar Sánchez