unknows Otro enfoque de la crisis

Felicidad y Economía

Publicado en 1 agosto 2013 a las 08:26

"Europa no es feliz, duda de sí misma”, dijo circunspecto el presidente de Francia, François Hollande, ante otros líderes de España, Italia y Alemania, en una cita para hablar de cómo estimular el empleo. “Europa necesita mas fantasía·, apostilló el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz. A pesar del aislamiento isleño y su gélido clima, Islandia era el país más feliz del mundo hasta que estalló la crisis en Wall Street. También en buena medida Europa, ejemplo de bonanza en equidad, de estabilidad y equilibrio en libertad y justicia.

¿La crisis nos desgració de repente? En parte sí, porque despertamos de sopetón del sueño de la prosperidad ilimitada [...]. 45 millones de desempleados en el mundo industrializado, de los que 14 millones desde la crisis, cuantifica la OCDE. Y, aún así, países que aún no han logrado los estándares de desarrollo de Europa, tienen un nivel de satisfacción mayor, y en la misma Islandia, a pesar de la quiebra y la dolorosa y lenta recuperación, mantiene la alegría de vivir.

La mezcla de desesperanza y crisis no es una ocurrencia del Presidente francés. También la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE), horas antes de dar la última semana de junio los peores pronósticos para las 34 naciones industrializadas que agrupa (Global economy is advancing but pace of recovery varies – YouTube), presentó su particular “índice de felicidad” (OCDE – Tu Índice para una Vida Mejor). Pero, ¿es un chiste? o si no, ¿por qué el empeño de mezclar la crisis con sentimientos tan poco cuantificables y subjetivos como la alegría y la tristeza? [...] Ya había sido un avance que el Producto Interno Bruto (PIB), o el valor monetario de los bienes y servicios que produce un país en un período, se empezara a calcular también en relación a la población (PIB per cápita). [...]

Además, las grandes cifras macroeconómicas, aún las más directamente relacionadas con lo social, como el empleo, no dan una idea de cómo se distribuye la renta, ni de cómo la mayor o menor extensión y calidad de la salud o la educación afectan al nivel de riqueza, o de cuánto afecta a la economía la mayor o menor estabilidad política, o la apertura al exterior, por no hablar de otros más intangibles que también determinan el desarrollo, como el rol de la mujer, el nivel de tecnificación, el grado de libertad y democracia, o la gestión del medio ambiente.

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Por ello, y bajo la premisa de “La verdadera riqueza de una nación está en su gente”, Naciones Unidas empezó en los 90 a elaborar el Índice de Desarrollo Humano (Informe sobre Desarrollo Humano 2013 | UNDP). Al principio no fue fácil, con el argumento de la precariedad de los datos, no pocas naciones ocultaban sus vergüenzas, o hacían truco en la medición del ingreso, o de los servicios, para no quedar tan mal parados

Con todo, empezó a ser el retrato más aproximado de la realidad del crecimiento versus el bienestar, es decir, el desarrollo. Tras un cuarto de siglo de estudios e informes anuales, el índice evolucionó para incorporar variables como la desigualdad, a veces más determinantes que el nivel de pobreza/riqueza. [...] Lo cierto es que éste índice de la OCDE es un divertido instrumento interactivo, donde uno puede elaborar su propia lista del buen vivir, ordenando según la preferencia los 11 aspectos –desde la vivienda o la salud, hasta la relación trabajo/ocio, pasando por asuntos tan cruciales como “el sentido de comunidad”-. Cada uno tiene un color, en forma de pétalos de una flor más grande o menos según el país [...], medida según predomina lo positivo o negativo al término de un día cualquiera, en la vida de un ciudadano corriente.

Por cierto, las comparaciones son muy interesantes: países por debajo de los estándares de bienestar de Europa o EEUU, como Brasil o México, son más felices que la media de los ricos, y dentro de éstos es significativo el descontento en Grecia, Eslovenia o Italia. Pero lo que más sorprende es la desigualdad creciente en la otrora igualitaria Europa: la desproporción entre el 20% más rico y más pobre es ahora de 6 veces en Reino Unido, de 5 en Grecia o de 4 en Alemania.

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