TINA está al mando

Publicado en 4 noviembre 2011 a las 12:53

Desde que la crisis de la deuda amenaza la supervivencia de la moneda única, el dúo “Merkozy” se ha hecho con los mandos del buque del euro. Esto no responde a ningún acuerdo adoptado en el seno de los Estados miembros, sino a una simple constatación: no hay otra alternativa —“There Is No Alternative”, TINA, tal y como decía una tal Dama de Hierro.

O más bien sí. Hay una Comisión Europea, que custodia los tratados y el “gobierno económico” de la UE, como recientemente lo ha recordado su presidente José Manuel Barroso. Pero cuando se trata de la zona euro, es el Eurogrupo — los ministros de Economía, por tanto, los Gobiernos — quien lleva ventaja. En ese caso también, abanderados por París y Berlín. La reciente designación del presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy como “mister euro”, con el beneplácito de Angela Merkel y de Nicolas Sarkozy, refuerza el papel de los Estados miembros respecto a la gobernanza económica de “Eurolandia”, encabezados también aquí por Alemania y Francia.

El quid de la cuestión reside en que esta configuración no queda encuadrada dentro de ningún acuerdo y parece que las decisiones tomadas por “Merkozy” eluden cada vez más el debate, incluso en el seno de la propia zona euro. Ningún otro país está en condiciones de hacerse valer en las discusiones, ni de desempeñar el papel de contrapeso frente a una apisonadora que cada vez se preocupa menos de la cortesía cuando se dirige a sus iguales, sirva de prueba el tono que con el que “Merkozy” ha criticado la hipótesis de un referéndum en Grecia.

Entre el resto de los “grandes”, Italia, tercera economía de la zona euro, está en el punto de mira por la precariedad de su Gobierno y por sus finanzas públicas, mientras España, en plena campaña electoral, no ha salido de la encrucijada. Azotados por la crisis de la deuda, todos están, como Portugal e Irlanda, bien lejos de esa “triple A” de las agencias de calificación que parece otorgar poderes sobrenaturales a los países que todavía la conservan. Esto es lo que, entre paréntesis, explica por qué el presidente francés está obsesionado con mantener a su país dentro del círculo más exclusivo del momento. En la zona euro, el resto de los miembros de ese club — Austria, Finlandia, Luxemburgo y los Países Bajos — bien no dan la talla o se alinean con la pareja franco-alemana.

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Pero, si ésta puede que sea capaz de evitar los escollos más amenazantes, no parece sin embargo que tenga clara qué dirección quiere darle al buque del euro — y no ha recibido ningún mandato para hacerlo. Esta ausencia de claridad y de legitimidad pesa sobre el desarrollo de la crisis y da la impresión de que navega a tientas. Porque, frente a la tormenta, sólo está dispuesta a ceder el mando si quien lo recoge está en posición de guiar al buque y a la tripulación a buen puerto.

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