Estado de emergencia

Publicado en 18 noviembre 2011 a las 11:56

La rueda sigue girando. Con las elecciones del 20 de noviembre, España es el tercer país de la UE que cambia de Gobierno desde que comenzara el mes. Y el sexto después de Irlanda, Portugal, Eslovaquia, Grecia e Italia, cuyos Ejecutivos han caído o han dimitido, arrastrados por la crisis.

Democracia, tecnocracia, pueblo, mercados financieros... En los últimos tiempos, los comentaristas no dejan de emplear estos términos. Se plantean preguntas legítimas sobre el gobierno de Europa y la responsabilidad democrática tras la marcha de Yorgos Papandreu y Silvio Berlusconi, a los que se les ha indicado la salida y han sido sustituidos por expertos que responden a un mismo perfil: Lucas Papademos y Mario Monti son economistas, han ocupado altos cargos en la UE y han trabajado para el banco de inversiones Goldman Sachs.

Además de los todopoderosos mercados, los dos principales acusados son el presidente francés Nicolas Sarkozy y, sobre todo, la canciller alemana Angela Merkel. El ahora célebre “Grupo de Fráncfort”, que reúne en torno a estos dos dirigentes a los presidentes de distintas instituciones europeas y a la directora del FMI, alimenta las sospechas de un complot para situar a los países europeos bajo un directorio de inspiración germánica y de rigor.

Pero hagamos por un instante de abogado del diablo. Tras el acuerdo del 26 de octubre sobre la deuda griega, el anuncio de un referéndum en Grecia acababa con el débil progreso logrado hacia la resolución de la crisis y Yorgos Papandreu, a pesar de sus cualidades, se ganó hasta el descrédito de sus amigos políticos.

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En lo que respecta a Silvio Berlusconi, que desde hacía tiempo había demostrado su ineptitud personal y política para gobernar, nadie puede lamentarse de que haya cedido su lugar a un hombre que inspira confianza a sus socios.

Hace demasiado tiempo que nos quejamos de la falta de liderazgo en Europa para denunciar el hecho de que Merkel y Sarkozy hayan asumido sus responsabilidades y detengan la aceleración de una crisis que todo el mundo sabe que pone en peligro la misma existencia de la construcción europea.

Por ello, estas medidas de urgencia tan sólo son un último recurso. Por una parte, observamos que la crisis sigue extendiéndose y que ahora amenaza a Francia y a Austria, además de a España y a Bélgica. Por otra, el abismo que crece entre los Diecisiete de la eurozona y los otros diez países de la UE hace temer una próxima parálisis política de la Unión. Ésta sería entonces incapaz de establecer las líneas de salida de la crisis y las de un proyecto político que permita solventar el déficit democrático.

Desde este punto de vista, conviene estar atentos al creciente enfrentamiento entre Alemania y Reino Unido, cuyos inicios hemos podido observar esta semana. El mismo día, en dos discursos, Angela Merkel y David Cameron plantearon sus dos visiones de Europa, unas visiones totalmente opuestas.

La canciller pide más disciplina, coordinación y control y declara estar dispuesta a ceder partes de soberanía nacional. Por su parte, el primer ministro británico prefiere “la flexibilidad de una red a la rigidez de un bloque” y desea recuperar competencias cedidas a Bruselas.

En una Unión en la que los Gobiernos no saben cuánto tiempo van a durar y donde aumenta el recelo hacia Alemania, el debate necesario sobre el modelo político europeo promete ser agitado.

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