Campañas de vacunación contra la “epidemia del siglo”, medidas antiterroristas en los aeropuertos tras el atentado fallido del día de Navidad … En este comienzo de año, Europa ha sido invadida por una nueva oleada de precauciones que ponen a prueba los nervios de sus ciudadanos. Sometidos a alertas que parecen cada vez más urgentes, se debaten entre la angustia y la indiferencia, y acaban por desarrollar anticuerpos. Los poderes públicos, demasiado preocupados por que no los pillen desprevenidos, juegan a la demagogia securitaria, además de la póliza a todo riesgo que constituye la aplicación, bajo el más mínimo pretexto, del principio de precaución.
Sin embargo, la gripe A (H1N1) ha provocado muchas menos muertes que la gripe estacional y hace años que un atentado contra un avión no consigue su propósito. En este último caso, el fracaso de los candidatos al martirio colectivo se debe al estado de alerta mental de los pasajeros – imposible de detectar mediante pórticos ni cacheos – y a un trabajo de información eficaz. El reciente incidente en el que un electricista eslovaco fue arrestado en Dublín por transportar explosivos sin saberlo demuestra, por otro lado, que los fallos pueden existir donde menos los esperamos.
Los responsables de los Veintisiete, que se reunieron el 7 de enero para hablar sobre el refuerzo de las medidas de seguridad en los aviones y, en particular, de la adopción de los famosos “escáneres corporales” – remitiéndose a la fatalidad para los trenes o los transportes públicos – se dividen entre los partidarios de la “seguridad máxima” (Italia, Reino Unido y Países Bajos) y aquellos que dudan o que consideran suficientes las medidas actuales (Francia, Alemania y Bélgica). La Comisión podría verse obligada a implantar medidas apremiantes, pero eso podría llevar meses. A los pasajeros, por su parte, se les ruega que se armen… de paciencia.
Gian Paolo Accardo