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La semana que acaba de vivir Europa dejará huella. Por primera vez, los Veintisiete han decidido acudir en ayuda de un Estado miembro en dificultades financieras. Las garantías aportadas a Grecia, anunciadas con ocasión de la cumbre extraordinaria de Bruselas del 11 de febrero, no significan únicamente que Alemania haya cedido a las presiones de Francia y aceptado pagar por un país menos virtuoso. De ello dependía la existencia misma del euro, y por lo tanto a largo plazo la existencia misma de la UE tal como la conocemos.
De este episodio (y no será el único dentro de esta crisis) surge una nueva geografía de la UE. Los mercados, o más exactamente algunos de sus actores, como los fondos especulativos, se han convertido en adversarios de hecho del proyecto europeo al atacar economías debilitadas como la de Grecia, España o Portugal. Estos agentes económicos han demostrado que pueden convertirse en una amenaza poderosa, o así al menos se considera en Europa.
De este modo, las economías consideradas hasta ahora periféricas se encuentran hoy en el centro de las preocupaciones. De esta crisis podría nacer pues un reequilibrio en la creación de riqueza y en las prácticas económicas en el seno de los Veintisiete. Tras años de gestionar la vida económica de la zona euro, sobre todo a través de la fijación de las tipos de interés, el Banco Central Europeo, que no dispone de competencias para intervenir en una situación como la de Grecia, ha debido dejar el protagonismo a los Estados. No todo se decide en Frankfurt.
La Comisión Europea, investida el 9 de febrero, no ha jugado ningún papel en el plan de apoyo a Grecia. En la geografía de Bruselas, el centro lo ocupa sólidamente el Consejo Europeo. Dado que el Reino Unido no forma parte de la zona euro, Londres se ha visto doblemente marginada —como capital política y centro financiero— en todas las decisiones adoptadas esta semana. Como resultado de esta crisis, el eje París-Berlín ha retomado la dirección de Europa. Falta saber aún qué orientación darán a este liderazgo Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, que no siempre se ponen de acuerdo.
La idea de un gobierno económico, largo tiempo rechazada, sigue abriéndose paso. A largo plazo, tras el mapa sin fronteras de la Europa de Schengen se perfila el de una federación económica. Días después de la humillación que supuso la anulación de la visita de Barack Obama, la UE se debate en un contexto de urgencia. Si quiere recuperar su prestigio deberá tener en cuenta la nueva geografía creada y extraer de ella mecanismos para funcionar correctamente y recuperar un peso internacional digno de este nombre.
Eric Maurice
