Desde que aspira a desempeñar un papel distinto al de gran mercado único, la Unión lucha por tener presencia en el panorama internacional. Cual remedio milagroso, el Tratado de Lisboa debería permitírselo, pero, ¡ay!, los recientes conflictos diplomáticos con Libia, por una parte, y con Israel, por otra, han vuelto a poner en evidencia una vez más que los Estados miembros se hallan solos frente a sus interlocutores y han demostrado que, como protagonista diplomático, la UE no es nadie.

El régimen de Trípoli ha cerrado sus fronteras a los residentes en el espacio Schengen en represalia contra la decisión suiza de declarar persona non grata en su territorio al líder libio Muamar al Gadafi y a su entorno en el último episodio de la crisis desatada en 2008 con la detención en Ginebra de uno de los hijos del caprichoso coronel por maltrato a sus criados. Desde que volviera a ser recomendable, los europeos se afanan por visitar o recibir a Gadafi, doblegándose a todas sus exigencias. A día de hoy, en lugar de aprovechar la ocasión para invertir la relación de poder en su contra, prefieren dejar que Berna se las arregle sola.Una situación lamentable, máxime cuando Europa se ve a sí misma como abanderada de valores universales tales como los derechos humanos, la igualdad y el Estado de derecho, y no es capaz de alzar la voz cuando están en entredicho.

Por su parte, los servicios secretos israelíes están acusados de usurpación de identidad de once ciudadanos de la Unión en el marco de la eliminación de un líder palestino de Hamás en Dubai. Los Estados afectados —Reino Unido, Francia y Alemania— han exigido explicaciones a las autoridades hebreas que, por el momento, no se han sentido en la obligación de darlas; algo sumamente descortés, sobre todo porque Israel es un valioso aliado de la Unión —incluso, según algunos, un posible Estado miembro—, a diferencia de Libia. ¿Acaso Catherine Ashton, alta representante de Asuntos Exteriores, se ha molestado en descolgar el teléfono y llamar a Trípoli o a Tel Aviv para manifestar, al menos, el “gran asombro” de la Unión? No: todavía está intentando encontrar Haití en el mapa mundi. Gian Paolo Accardo

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