Ya está bien de darse miedo

Publicado en 25 mayo 2012 a las 15:01

Esta semana también, los europeos - y no solamente ellos, por otra parte- han jugado a darse miedo, evocando la hipótesis de Grexit como cada vez más probable. Según los analistas, que discuten desde hace meses sobre el por qué y cómo Grecia saldría de la zona euro, es el turno de que los políticos y los expertos mandados por aquellos anuncien sus previsiones, debidamente cifradas, sobre la inevitabilidad de este escenario.

En la cumbre extraordinaria informal del 23 de mayo, los dirigentes europeos admitieron que la cuestión ya no es un tabú y que se estaba estudiando, cada uno por su lado. Al mismo tiempo, reafirmaron su deseo de que Grecia permanezca en el seno de la zona euro. A condición, desde luego, de que cumpla con los compromisos con sus prestamistas.

Y ese es precisamente el punto central de la cuestión: más que económica, la opción "Grexit" es una cuestión eminentemente política. Como lo fue la adhesión de Grecia a la zona euro, cuando tanto en Bruselas como fuera se era consciente de que, al igual que Italia antes, Atenas no estaba preparada.

Por tanto corresponde a los dirigentes europeos la decisión sobre si están preparados o no a asumir los costes económicos, para sus bancos y contribuyentes, y políticos, como el golpe de credibilidad para la moneda única, el estallido del modelo de integración europeo, o el abandono de la "cuna de la democracia", para citar solamente algunos, que supone la salida de Grecia del euro. Y corresponde a sus homólogos griegos decidir si están listos para respetar las compromisos que tomaron, o si desean volver sobre ellos, como parece que pretenden hacer. En cuando a su salida del euro, no parece representar una opción ni para ellos, ni para la mayoría de sus electores.

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Y precisamente porque el coste político y económico de "Grexit" sería demasiado elevado para los griegos y sus socios, resulta necesario apostar sobre una salida más "suave", que debería ser esbozada tras las elecciones legislativas griegas y francesas del 17 de junio. Los europeos probablemente acabarán por aceptar una -nueva- reestructuración y un reescalonamiento de la deuda griega, que permitirá respirar un poco a la población, castigada por dos años de austeridad severa. Los griegos, gobernados probablemente por una mayoría inédita y vigilados de cerca por la troika UE-BCE-FMI se verán obligados a reformar un Estado que se ha revelado inicuo e ineficaz y a abandonar los usos políticos cuyas consecuencias han quedado expuestas ante todos.

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