Hay momentos en la historia de las naciones que curten el espíritu y marcan el futuro. Nosotros, los polacos, acabamos de vivir uno de esos momentos, con la tragedia acaecida este sábado cerca de Smolensk, en la que fallecieron nuestro presidente y miembros de la élite política nacional. La conmoción y la incredulidad de las primeras reacciones han dado paso al desaliento, al dolor y a la tristeza, acentuados por el carácter simbólico de la catástrofe. Setenta años después de la masacre de las élites polacas a manos del NKVD, Polonia paga de nuevo un carísimo precio en suelo de Katyn. La Historia acaba de volver a jugárnosla con cruel ironía.

Drama y sufrimiento son inherentes al ADN de Polonia. Afortunadamente, van de la mano de la capacidad de superar las mayores dificultades. En estos momentos, sabemos sacar lo mejor de nosotros mismos: compasión, solidaridad, dignidad y magnanimidad; cualidades todas ellas visibles en las lágrimas de todas las personas reunidas ante el palacio presidencial vacío para encender cirios y rezar. Polonia no vive su duelo en soledad. Varsovia recibe palabras de consuelo y compasión de todo el mundo. ¿Quién habría pensado que millones de personas de todo el planeta compartirían la tragedia de un pequeño país de Europa central y que, hasta el lejano Brasil, declararía tres días de luto nacional como muestra de solidaridad con Polonia?

Al igual que la desaparición de Juan Pablo II hace cinco años, la tragedia de Smolensk ha conllevado un estrechamiento de los vínculos de la nación polaca y el olvido de las diferencias existentes y las disputas políticas. De inmediato, algunos se han preguntado cuánto tiempo durará esta conmoción. Tiene que durar si queremos enfrentarnos a los retos que nos esperan. Los desafíos son numerosos. En dos semanas, conoceremos la fecha de los comicios presidenciales anticipados. Nadie sabe quién será el candidato mejor situado ni si el partido Derecho y Justicia presentará un candidato a la magistratura suprema tras la muerte de Lech Kaczynski.

Antes, sin embargo, habrá que cubrir las vacantes en la cúpula de la jerarquía militar, en el gabinete presidencial, en la Cámara de Diputados y en el Senado, además de designar al nuevo gobernador del Banco Central de Polonia. Las semanas venideras pondrán, por tanto, a prueba a nuestros protagonistas políticos, nuestras instituciones y a la sociedad en su conjunto. Esperemos que Polonia sepa superarla con brío.

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Maciej Zglinicki

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