El euro y el lenguaje cifrado de los políticos

Publicado en 3 agosto 2012 a las 14:36

“Si han entendido lo que he dicho, entonces es que me expresado mal”. La broma de Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, era graciosa en su época, la del auge de los mercados financieros. Pero en estos tiempos de crisis de la deuda, se agradecería un poco más de claridad por parte de los responsables de la eurozona.

El 26 de julio, el presidente del Banco Central Europeo aseguraba que “el BCE estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para preservar el euro”. El 2 de agosto, tras una reunión del consejo del BCE, Mario Draghi dio a entender que su institución podría intervenir en los mercados para adquirir deuda española o italiana, pero no de inmediato y no directamente.

Su conferencia de prensa aún no había acabado cuando las bolsas europeas ya caían y los tipos de interés sobre las obligaciones españolas e italianas volvían a sus niveles récords. La semana anterior, ocurría todo lo contrario. El 3 de agosto, las bolsas volvían a registrar niveles al alza.

Los economistas y los dirigentes políticos suelen explicar que la crisis no puede resolverse rápidamente y que hay que actuar y hablar con prudencia. El más mínimo traspiés puede costar miles de millones de euros a un Estado si lo mercados reaccionan mal. Y además, estos mismos mercados ya no parecen saber cómo interpretar las decisiones de los altos responsables de la economía europea.

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Es cierto que la irracionalidad de los mercados es un fenómeno conocido, que se explica de manera racional por los intereses a corto plazo de los inversores. Pero cuando Mario Draghi implícitamente instó a España e Italia a pedir ayuda del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) antes de contar con la ayuda del BCE, algo que Madrid y Roma se niegan a contemplar, los jefes de Gobierno de estos dos países acogieron bien sus declaraciones.

Quien pueda, que lo entienda. Excepto si comprendemos que se está jugando una partida de ajedrez a largo plazo entre Draghi, los dirigentes europeos y ese actor ineludible que es el Bundesbank, el banco central alemán. Una partida ininteligible para la mayoría de europeos.

Lo que está en juego es muy importante, ya que se trata de definir la política económica y monetaria de la eurozona de los próximos años. Y es normal que se genere un debate entre los responsables económicos y políticos a nivel europeo. Mario Draghi, en el camino angosto que debe recorrer, parece acercarse a su objetivo: ayudar a los países con dificultades para garantizar el futuro del euro y, al mismo tiempo, calmar a los mercados y delimitar la influencia del Bundesbank.

En los días anteriores a la reunión del BCE, periodistas y blogueros intentaron interpretar la información que revelaban las diferentes instituciones europeas. ¿Quién dice qué? ¿Qué quiere decir? ¿Por qué lo dice ahora? ¿Quién manipula a quién? El debate y su exégesis parecen reservados a unos cuantos especialistas. En tiempos de la Guerra Fría, cuando se intentaba descifrar lo que sucedía en Moscú, se denominaba “Kremlinología”. La comparación no es nada tranquilizadora.

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