Una obra interminable

Publicado en 29 octubre 2010 a las 09:39

Se vuelven a sacar las plumas para retocar el Tratado de Lisboa. En la noche del 28 al 29 de octubre, los Veintisiete han decidido realizar "una reforma limitada" del texto para permitir la creación del Fondo Monetario Europeo, impulsado por Alemania desde la crisis griega de la pasada primavera.Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, deberá presentar la enmienda en la próxima cumbre, que se celebrará en diciembre.

Sin embargo, han pospuesto sine díe la introducción de la suspensión de los derechos de voto de los Estados en el Consejo, también reclamada por Berlín, pero calificada de inaceptable por el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso.

Algunos observadores y responsables políticos ya se muestran preocupados por las consecuencias de esta acción. Los irlandeses, a los que se les impuso la ratificación del Tratado actual, ¿tendrán que volver a votar, ahora que la crisis que les afecta de lleno les vuelve más desconfiados con respecto a todos los poderes?

A los checos, cuyo presidente Vacláv Klaus resistió hasta el último momento para firmar el Tratado de Lisboa, ¿les quedarán ganas para volver a comenzar el proceso? Los franceses y los neerlandeses, a los que no se les ha vuelto a conceder la palabra para ratificar el tratado que sustituía a la Constitución que habían rechazado, ¿aceptarán que se vuelva a retocar el texto, aunque sea de forma limitada? O al contrario, ¿no tendrán algunos la tentación de reclamar la negociación de un nuevo tratado para paliar los puntos débiles del Tratado de Lisboa?

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Por todo ello, se abre ante los dirigentes europeos una posible caja de Pandora. Pero la necesidad apremia y no debe dejarse escapar la ocasión de perpetuar los mecanismos de apoyo a los Estados en dificultad y a la zona euro.

La moneda única se creó en la década de los 90 sin que se previeran las dificultades económicas y presupuestarias que atraviesa Europa actualmente. El método comunitario, realizado con avances puntuales y en la mayoría de los casos pragmáticos, claramente ha llegado a sus límites.

Pero ante la urgencia, y ante la falta de una remodelación total del proyecto europeo y de su funcionamiento, algo impensable actualmente, esta solución sigue siendo, citando a Churchill, la menos mala.

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