Un gran paso para la UE, pero un pequeño paso para los europeos. La [revisión del Tratado de Lisboa](http:// http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/en/ec/118572.pdf) que han aprobado lo 27 jefes de Estado y de gobierno el 16 de diciembre pone en marcha un mecanismo permanente de rescate de los Estados miembros con dificultades. A partir de 2013, este "mecanismo europeo de estabilidad" tomará el relevo al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera de 440.000 millones de euros (750.000, con el dinero del FMI) creado ante la urgencia del pasado mes de mayo.

En otras palabras, tal y como titula Die Presse en Austria, la Unión dispone de un fondo monetario europeo, algo impensable hace sólo un año. Poco a poco, ante la presión de los acontecimientos, impera una especie de federalismo informal, a pesar de que los Estados miembros reafirmen cada vez más sus intereses nacionales y su voluntad, en detrimento de la Comisión Europea. Se trata de una evolución paradójica pero inevitable si Europa quiere salir de la crisis actual. Un fondo de este tipo sin duda habría evitado o al menos atenuado los ataques de los mercados contra los países más frágiles.

Sin embargo, sigue habiendo malestar. En primer lugar, tal y [como constataba el diario Süddeutsche Zeitung](http:// http://www.presseurop.eu/es/content/article/432231-cumbre-borrascosa-de-la-ue) esta semana, los dirigentes europeos realmente no dan la impresión de saber en qué dirección van. El debate tan técnico sobre la creación de eurobonos se ha evitado en gran medida, pero demuestra que entre los Estados, el Banco Central Europeo y quizás los entornos financieros existen divergencias que podrían hacer aún más frágil la situación de los países de la eurozona más expuestos a las reacciones de los mercados.

Además, la revisión del Tratado de Lisboa sigue siendo un acto político hermético para la mayoría de los ciudadanos europeos, que siguen enfrentándose a la realidad de la crisis económica y a las políticas de rigor. Para los griegos o los irlandeses, los planes de rescate que les han concedido sus socios son sinónimo de sacrificios y producen resentimientos. Para muchos alemanes, esta solidaridad se parece más a una extorsión de los euros que tanto trabajo les ha costado reunir. Y en el resto de países, el resultado de las largas transacciones entre dirigentes, por muy útil que sea, no tiene mucho sentido ante los ojos de aquellos directamente afectados por el paro y el descenso en su nivel de vida.

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¿Se trata de una comunicación deficiente o de una respuesta política insuficiente? En 2011, los Veintisiete tendrán que contestar a esta pregunta, porque será imposible salir de la crisis sin el apoyo de los pueblos.

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