Se dice que son necesarios veinte años para que se constituya una generación. Ése es precisamente el tiempo que puede que sea necesario para cerrar el proceso de escisión de la antigua Yugoslavia. Con la detención el 26 de mayo de Ratko Mladić, el último de los principales inculpados del Tribunal Penal Internacional de La Haya, se va a poder hacer justicia por Srebrenica, el mayor crimen de las guerras fraticidas que han asolado primero Croacia y, posteriormente, Bosnia entre 1991 y 1995 (y Kosovo en 1999). A partir de ahora, se puede pasar página y Serbia puede aspirar a una próxima adhesión a la Unión Europea.

Coincidencia o no, este suceso tiene lugar la misma semana en que se ha dado a conocer que las negociaciones de adhesión con Croacia podrían no estar cerradas para finales de junio, como estaba previsto. "La nueva ampliación de la UE es una decisión estratégica que provoca un nuevo pulso geopolítico entre los países occidentales", señalaba el diario croata Novi List esta semana. "Como a comienzos de los años 90, por un lado se encuentran los países liderados por Alemania y Austria, a quienes se suman los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República checa y Eslovaquia) que consideran que Croacia ha sido víctima durante mucho tiempo de prejuicios y que apoyan firmemente su adhesión rápida a la UE. Por otro lado, están Gran Bretaña y sus grandes aliados continentales, Países Bajos, Dinamarca y los países escandinavos, que desean terminar las negociaciones a finales de año, momento en el que Serbia podría cumplir las condiciones para ser candidata a la UE". Este escenario se torna verosímil con la detención de Mladić. Pero los Veintisiete van a tener que actuar con discernimiento, puesto que los Balcanes siguen siendo un foco de numerosas crisis potenciales.

En Belgrado es todavía demasiado pronto para medir las consecuencias políticas del arresto de Mladić, pero en Zagreb la reciente condena en La Haya del general Gotovina ha avivado algunos sentimientos hostiles hacia la UE. Y en ambos países, la corrupción y el nacionalismo exacerbado amenazan siempre la perspectiva de una adhesión sin fricciones.

En Bosnia Herzegovina, los serbios, esos mismos que comandaba Mladić, amenazan todavía con organizar un referéndum de independencia, lo que significaría el fracaso de la precaria paz que se instauró en 1995. Y en Kosovo, que cinco Estados de la UE rechazan reconocer todavía y donde la criminalidad y la corrupción prosperan, la hipótesis de una separación de las zonas con mayoría albanesa de las de mayoría serbia pesa todavía sobre el equilibrio regional.

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La víspera de la detención de Mladić, el comisario europeo de Ampliación y Política de Vecindad, Stefan Fülle, presentaba la nueva estrategia de la UE para su entorno, [principalmente enfocada hacia el mundo árabe](http:// www.presseurop.eu/es/content/news-brief/677091-5000-millones-para-ayudar-las-revoluciones-arabes), en detrimento de países como Bielorrusia, Ucrania o Georgia que estaban hasta entonces considerados como prioritarios. Como si a la UE le costase actuar con constancia en varias direcciones. Los Balcanes están en la encrucijada de ambas perspectivas, la ampliación y la vecindad. Croacia y, sobre todo, Serbia ocupan los primeros puestos. Pero el esfuerzo que debe realizarse hacia estos dos países no debe esconder lo que está en juego en toda la región. La detención de Mladić no es más que un capítulo de una historia arriesgada.

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