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¿Dónde está Catherine Ashton? No es la primera vez que nos preguntamos qué hace la responsable de la diplomacia europea, pero la cuestión es aún más pertinente ahora que Libia parece inclinarse también del lado de la democracia tras una intervención militar en la que los europeos han desempeñado una función clave.
Es verdad que los acontecimientos en Libia han tenido la mala suerte de producirse en un momento en el que las instituciones bruselenses tradicionalmente se encuentran de vacaciones, con una limitación de personal al corriente de la actualidad. La responsable del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) acortó sus vacaciones, pero para expresar su postura, debe consultar a los ministros de Exteriores de los Veintisiete. Lo malo es que la mayoría de ellos aún están de vacaciones. Su primera reunión está prevista para el…12 de septiembre.
El 23 de agosto, Ashton anunció, durante una rueda de prensa a la que los medios de comunicación no han dado mucha relevancia, que se había entrevistado con el jefe del Comité Nacional de Transición (CNT) libio, Mustafa Abdel Jalil, sobre “los medios con los que la UE y los Estados miembros pueden contribuir a crear un mejor futuro para el pueblo libio”. La función que han desempeñado los europeos en la crisis libia ha demostrado que son capaces de implicarse en el Mediterráneo, una región que, según Estados Unidos, es competencia de Europa.
Capaces de actuar conjuntamente en el ámbito militar, ahora deben hacerlo políticamente, si es posible a través de las instituciones comunes. La ocasión que se presenta ahora es la reconstrucción, un aspecto en el que los europeos tienen una experiencia común. Después de haber estado manifiestamente ausente tras el surgimiento de la “primavera árabe”, la Unión no puede permitirse desaprovechar esta oportunidad. Sobre todo por la posición geográfica estratégica de Libia, su peso económico y su función en la regulación de los flujos migratorios procedentes de África Subsahariana.
Entre las herramientas de las que dispone la UE, se encuentra la Unión para el Mediterráneo (UPM): con unos inicios erráticos y un tanto abandonada, esta unión podría renacer como un auténtico organismo de cooperación y de coordinación política. Sería una tarea a la que podría dedicarse Ashton y que daría a su puesto un sentido que, de momento, a los europeos les cuesta encontrar.
