Exactamente un año después de la última huelga general, Portugal se paraliza de nuevo el 24 de noviembre. Transporte, educación, sanidad, servicios públicos, justicia y seguridad, comercio, industria, cultura y medios de comunicación son algunos de los sectores afectados. El diario lisboeta Público escribe que el descontento entre los trabajadores se ha intensificado “con la caída del Gobierno, el cierre de los mercados financieros, la entrada de la troika [UE/FMI/BCE] y la elección de la coalición de gobierno PSD/CDS [social demócrata y conservadora] en la que, en algunos casos, se han tomado medidas más allá de lo acordado con la troika”.
Los trabajadores tiene miedo por su futuro y por lo tanto están más predispuestos a la rebeldía y las propuestas, según han dicho fuentes de los sindicatos a Público. Entre las medidas de austeridad que han provocado más protestas están “el recorte del pago de horas extra y el aumento de la flexibilidad del horario laboral, los recortes en los salarios del sector público [...], los despidos masivos en el sector del transporte y la reducción de los subsidios por desempleo en períodos de recesión”.
Según Público, la impresión general es que el Gobierno está abierto a la negociación. De todas forma, “si no acometes el diálogo social seriamente, las actitudes suelen endurecerse”, dice un líder sindical, mientras otro añade: “¡y no vamos a parar!"