“¿Transparencia hasta qué punto?” se plantea en portada Libération, cuando se publica “Sexo, mentiras y medios de comunicación”, el libro de su corresponsal en Bruselas Jean Quatremer que reactiva en Francia el debate sobre la actitud de los medios de comunicación frente a la vida privada de los políticos.
“Las mentiras, la negativa a investigar... su gusto por la connivencia con los poderosos”, Quatremer criba los malos hábitos de la prensa francesa. En 2007, cuando Dominique Strauss Kahn fue nombrado director gerente del FMI, este periodista fue el primero en evocar su vida sexual: “El único problema serio de Strauss-Kahn es su relación con las mujeres. Demasiado apremiante, roza incluso el acoso. Un defecto conocido por los medios de comunicación del que nadie habla (estamos en Francia)”. Estas líneas pasaron muy desapercibidas (salvo para la página web de Marianne que acusaba al periodista de haber cruzado la línea del periodismo amarillo) hasta que detuvieron en Nueva York acusado de intento de violación a quien los sondeos daban como candidato favorito del Partido Socialista para las elecciones presidenciales de 2012.
Tras recordar los grandes casos de la ley del silencio de la prensa en Francia, de la enfermedad y la doble vida de François Mitterrand al comportamiento anormal de “DSK”, el diario escribe:
Hay un antes y un después de Sofitel [...] Observamos con otros ojos el funcionamiento excesivamente timorato de nuestros medios de comunicación. Es cierto que los periodistas son compañeros de los políticos. “Manténganse alejados del poder” es el primer principio, decía un periodista estadounidense. En Francia, cenamos juntos, nos vamos de vacaciones, tenemos una relación amorosa, vamos a las mismas universidades, etc... No hay una tradición de investigar el mundo privado de la política […] Las consecuencias públicas de la vida privada del presidente siguen en la sombra. Más por el disfrute del cotilleo que por la información en bruto. Por la falta de independencia de la televisión pública. Recordemos que el presidente de la República designa a los jefes de las cadenas y escoge personalmente a los periodistas que tendrán el privilegio de entrevistarle.