En su “último partido en Europa”, el primer ministro italiano saliente, Mario Monti, acudió al Consejo Europeo en Bruselas para tratar de persuadir a los países del norte de que concedan a Italia más flexibilidad económica.
Monti escribió una carta a otros líderes de la UE, asegurando que el país “debería poder explotar cualquier otro margen en el pacto de estabilidad”, permitiendo el arranque de un plan de estímulo para crear empleo y que otros países que realizan duras reformas deben recibir una recompensa.
A pesar de que Francia respalda su petición, la canciller alemana Angela Merkel reaccionó fríamente ante esta propuesta.
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