El Gobierno irlandés ha perdido el referéndum que proponía la abolición del Seanad Éireann (Senado), la cámara alta parlamentaria, el 5 de octubre, y por un estrecho margen de 51,7% por 48,3%. La derrota por sorpresa supone un golpe para el Gobierno de coalición liderado por el partido Fine Gael, y particularmente para el primer ministro Enda Kenny, quien había defendido la idea, arguyendo que su clausura iba a suponer un ahorro de 20 millones de euros anuales.
Arthur Beasley, editor político del Irish Times, incide en el daño político hecho al primer ministro, conocido en gaélico como Taoiseach, añadiendo que el referéndum le ha dejado a la “defensiva”. Y añade que
Kenny ha visto su autoridad dañada tras su poco exitosa campaña para eliminar la Cámara Alta. Ahora que ha fracasado, está más cerca de ser identificado con la derrota. Como a todos los líderes, le gusta ganar. Pero esta partida la ha perdido de mala manera. Y, aunque estamos en un tiempo de crisis económica, el resultado muestra que el pueblo no estaba inclinado a aceptar la invitación populista del Gobierno para echar a 60 políticos.
Para el expolítico y partidario del mantenimiento del Senado, Michael McDowell que escribe en el Irish Independent el resultado es un “punto de inflexión en la política irlandesa”.
La amplia alianza entre sociedad civil, políticos de la oposición y otros, desde historiadores o empresarios a sindicatos de estudiantes, ha demostrado que la ciudadanía de una república no puede ser secuestrada por las mentiras y la desinformación. El pueblo ha hablado: quiere que el Seanad Eireann cumpla las funciones asignadas por aquellos que redactaron y pusieron en marcha nuestra Constitución en 1937.