“La policía atacada mientras Londres arde”, titula The Guardian, al informar sobre los disturbios que tuvieron lugar el sábado por la noche en la capital del Reino Unido y que se prolongaron durante todo el fin de semana. Las revueltas comenzaron en un municipio al norte de Tottenham, después de que el jueves 4 de agosto arreciaran las protestas por la muerte a tiros de un hombre por parte de la policía. Coches de policía y edificios fueron incendiados, y el lunes siguiente, el diario británico de izquierdas informa que más de 160 personas habían sido detenidas, 35 policías heridos, y que los disturbios y saqueos se habían extendido a los barrios del sur y el este de Londres. El Ministro del Interior interrumpió además sus vacaciones para hacer frente a la crisis.
La multitud estaba “saqueando tiendas a plena luz del día”, informael periódico de tendencia derechista Daily Telegraph, e incluso – muy a la inglesa- “formando ordenadas colas para robar la ropa” de una tienda que había quedado destrozada.
Nada excusa este vergonzoso comportamiento, escribe un comentarista de The Guardian, pero la policía, y especialmente, su unidad contra el crimen, debe tener extremo cuidado para evitar aumentar las tensiones y para organizar una investigación adecuada sobre los disparos que provocaron los disturbios. De lo contrario, los habitantes de los barrios más pobres de Londres podrían sentir, con razón, que son “ demasiado vigilados como criminales, y poco atendidos como víctimas”.