Irlanda va camino de convertirse en el primer y único país de la eurozona que emita un veredicto democrático sobre el pacto fiscal europeo. El tratado acordado en enero, con el respaldo de Alemania y que consagra una norma de “presupuestación equilibrada” en la legislación nacional y concede al Tribunal de Justicia de la Unión Europea el derecho a imponer sanciones a los Estados que no la cumplan, lo firmarán formalmente el viernes 2 de marzo en Bruselas 25 Estados de la UE (Reino Unido y República Checa se han desvinculado). Siguiendo el consejo del fiscal general de Irlanda de que se necesitaría un referéndum para ratificar este texto jurídico de 10 páginas, el Taoiseach (primer ministro) anunció al parlamento irlandés que “se pedirá al pueblo irlandés su autorización”.
Creo firmemente que, en el interés nacional de Irlanda, este tratado debe aprobarse, ya que de este modo el país podrá continuar el progreso uniforme que ha registrado durante el año pasado.
El diario Irish Times, consciente de que Irlanda ha rechazado anteriormente tratados de la UE, primero el de Niza y luego el de Lisboa, en 2001 y 2008, y que luego fueron aprobados en 2002 y 2009, respectivamente, expone que en los referendos “la gente no suele responder a la pregunta que se plantea”. Sin embargo, aplaude al Taoiseach por su “convicción entusiasta de que la gente… hará lo correcto”. El diario de Dublín, gran defensor de la UE, alega que
…el rechazo significaría el inicio de un panorama atroz para este país. Porque el tratado no requiere la ratificación de todos los Estados participantes para entrar en vigor, y el "no" irlandés dejaría atrás a este Estado, mientras el resto de la eurozona avanza con una mayor integración. Irlanda podría seguir siendo formalmente miembro de la eurozona, pero quedaría fuera del núcleo de la toma de decisiones que ya constituye la vanguardia de la UE. Y sobre todo, un resultado negativo privaría a Irlanda de un mayor acceso a los mecanismos y fondos de rescate, el escudo protector fundamental para permanecer en los mercados y para nuestra recuperación.
Según el Irish Examiner, todo el mundo debe comprender “las consecuencias de su voto y lo que significa esta decisión para nosotros y nuestros hijos”.
Los que se opongan al tratado, en lugar de rechazarlo simplemente porque están enfadados, y con razón, por las numerosas consecuencias injustas y alarmantes de la pérdida de independencia económica, deben presentar una forma alternativa y viable de financiar esta bancarrota. Esa debe ser la prueba de fuego de cualquier propuesta que no sea la ratificación. Se trata de un dilema en términos absolutos: o estamos dentro o fuera, independientemente de lo desagradable que pueda resultar esta realidad limitadora. Es difícil imaginar que nuestros socios europeos, tan asediados por tantos frentes, puedan poner objeciones y acordar disposiciones especiales para un pequeño Estado miembro tan dependiente de la financiación de la UE, por draconianas que sean las condiciones vinculadas a esos préstamos.
El Irish Independent, que predice que el Gobierno sostendrá que un “No” tendrá un “resultado aterrador”, señala que
Un pequeño consuelo en esta situación es que este tratado resulta más sencillo de comprender que el contenido y las implicaciones de los Tratados de Maastricht o de Lisboa. Los Gobiernos afirmaron con deshonestidad que estos tratados no importaban gran cosa. La sensación de que se estaba engañando al electorado debe haber contribuido a su rechazo, al menos la primera vez. Con algo de esfuerzo, realmente puede comprenderse el pacto fiscal. Es posible hacerse una idea objetiva de qué podría ocurrir si se rechazara el pacto. […] La otra gran ironía es que hay pocos aspectos del pacto fiscal que no se encuentren ya en la ley irlandesa en virtud de las normas de rigor del año pasado en la eurozona, excepto quizás el carácter extraconstitucional.