De izquierda a derecha: el candidato del SPD a la cancillería, Peer Steinbrück, la exministra de Educación, Annette Schavan,el diputado del FDP, Rainer Brüderle (arriba), y el exministro de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg.

El país de la gente de bien

En Alemania, el más mínimo desvío en una conducta puede tener unas consecuencias desmesuradas. Los ministros caen unos tras otros por tesis plagiadas o viajes de ocio. ¿Por qué es tan puntilloso el alemán?

Publicado en 15 febrero 2013 a las 13:26
De izquierda a derecha: el candidato del SPD a la cancillería, Peer Steinbrück, la exministra de Educación, Annette Schavan,el diputado del FDP, Rainer Brüderle (arriba), y el exministro de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg.

¡Escándalo! Rainer Brüderle, el jefe del grupo FDP [en el Parlamento alemán], acaba de desencadenar un gran debate sobre el sexismo porque tuvo unas palabras descorteses [hacia una periodista] y porque dirigió la mirada [hacia el pecho de ésta].

¡Escándalo! Annette Schavan plagió su tesis doctoral. Tuvo que dimitir, aunque muchos opinen que ha hecho un buen trabajo en el ministerio de Educación.

¡Escándalo! El candidato a la cancillería Peer Steinbrück [SPD] se embolsó cerca de 1,25 millones de euros por unos ingresos percibidos con toda legalidad y que declaró debidamente.

¡Escándalo! El expresidente de la República Federal Horst Köhler indignó a la mitad de los alemanes al declarar, con ocasión de un viaje a Afganistán, que la Bundeswehr también representaba una serie de intereses económicos, si bien esto ya figuraba en un documento del ministerio de Defensa.

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¡Escándalo! Sospechoso de deshonestidad [en el asunto del pago de una habitación de hotel], el presidente federal Christian Wulff se vio obligado a dimitir, aunque el importe del que trataba el asunto ascendía a unos 400 euros.

Cualquiera que analice los escándalos políticos de la legislatura en curso apenas encontrará motivos de indignación. Esto también se aplica a la dimisión del ministro de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, que copió su tesis doctoral. En el extranjero, resulta gracioso ver a los alemanes ofendidos por estas minucias. O son increíblemente puntillosos, o les va todo tan bien que saltan ante la más mínima mala conducta, no vaya a ser la única ocasión de poderse enfadar.

Otros tienen asuntos más jugosos

Otros tienen entre manos unos asuntos mucho más jugosos. El exministro austriaco Ernst Strasser acaba de ser condenado a cuatro años de prisión por corrupción. El francés Dominique Strauss-Kahn, antiguo aspirante a la presidencia, fue sospechoso de haber obligado a una empleada de la limpieza a hacerle una felación. El expresidente del consejo italiano Silvio Berlusconi fue acusado de abuso de poder y de complicidad en un asunto de prostitución de menores. También se enfrenta a una pena de cuatro años de prisión por fraude fiscal.

En comparación, Alemania parece el país de "los osos amorosos". Y sin embargo, los alemanes no dejan de preocuparse. Todos los medios de comunicación políticos han cubierto profusamente los casos mencionados anteriormente, buscando hasta el más mínimo detalle de los asuntos e imaginando títulos llamativos. A los ciudadanos les han impactado y los responsables políticos en cuestión han caído en los sondeos. ¿Por estas nimiedades?

Podemos juzgar a un país en función de sus escándalos políticos. Su potencial de indignación nos indica el carácter de una nación. Al igual que la ausencia de indignación. En 2010, el psicoanalista italiano Sergio Benvenuto hizo referencia al caso de Italia en Lettre International. Silvio Berlusconi, decía, hace política para los asiduos a "los bares deportivos", ese "reino de lo políticamente incorrecto", donde impera la grosería y donde se habla mal de los políticos, excepto si son tan "apolíticos" como Silvio Berlusconi. Sergio Benvenuto explicaba así la longevidad de este último.

En Alemania no se hace política para este tipo de personas. El corazón del país late en los supermercados de productos biológicos, donde los hombres y las mujeres velan por un mundo mejor al comprar esos productos. Aquí prevalecen los principios de responsabilidad, de sensibilidad, de rectitud. Es un mundo correcto y no un universo de mala fama como esos bares deportivos. El supermercado de productos biológicos sitúa mucho más bajo el umbral a partir del cual se habla de "escándalo político".

Temas sensibles: el dinero, la honestidad y la guerra

¿Cuáles son los puntos sensibles? En los asuntos de Annette Schavan (CDU) y de Karl-Theodor zu Guttenberg (CSU), es la honestidad. Los responsables políticos no tienen derecho a mentir ni a poseer títulos que no merecen [el de doctor, en este caso].

Si las declaraciones de Horst Köhler han generado ese escándalo, es porque el país es especialmente quisquilloso con el asunto de la guerra. Después de dos conflictos mundiales, Alemania no quiere tener nada que ver con las intervenciones militares. Cuando además están en juego una serie de intereses económicos, se vuelve totalmente insoportable, porque el alemán únicamente tolera la guerra cuando tiene motivos moralmente irreprochables, y a veces ni siquiera eso. Los intereses económicos despiertan sospechas en un país que también es una potencia económica. A menudo, los escándalos sacan a la luz una forma de hipocresía.

En los casos de Christian Wulff (CDU) y de Peer Steinbrück (SPD), la clave del asunto es el dinero y el hecho de que los responsables políticos puedan permitirse un tren de vida que les aleje del común de los mortales. Christian Wulff también es sospechoso de deshonestidad. Alemania se considera un país correcto, en el que todo funciona bien porque nadie soborna a nadie. También se considera un país casi igualitario en el que ser rico está mal visto.

Presenta la imagen de una nación que quiere ser virtuosa en cuestión de dinero, de guerra, de biografías, que concede gran importancia a la cohesión social y no le gustan las peleas violentas. Somos el país de la gente de bien.

El hecho de que se preste tanta atención a un escándalo mínimo se debe en primer lugar a que las grandes cuestiones políticas no nos dividen. En lo que respecta a la política de la Unión Europea ante la crisis, al giro energético o a la Bundeswehr, reina un consenso general entre los grandes partidos. Además, no son habituales los escándalos políticos sonados. Si el ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble fuera declarado culpable de fraude fiscal, los "extras" de Peer Steinbrück y la tesis de Annette Schavan serían relegados a un segundo plano en los periódicos.

La severidad como necesidad

Esta hipersensibilidad, si bien puede hacer reír, quizás tenga una función preventiva al ratificar unos principios que han hecho de este país uno de los más prósperos del planeta y uno de los que funcionan mejor. La reacción que han suscitado estos escándalos irrisorios refleja también un temor a los escándalos de gran magnitud, como si fuera una voz de alarma. El temperamento alemán no toleraría una gestión al estilo italiano. El supermercado de productos biológicos es también una guarida de angustiados: no quieren que le suceda nada grave al planeta.

Sin duda, hay algo burgués en esta rectitud extrema. Algo que no es obligatoriamente seductor y aquí también sueñan con la impetuosidad y con Italia, aunque, en caso de meterse en líos, es mejor disponer de una justicia como la alemana.

Para la mentalidad de los alemanes, las malas conductas de los responsables políticos ponen en duda su aptitud para ejercer sus funciones. Así, los escándalos permiten distinguir entre los que son aptos para ocupar altas responsabilidades y los que no lo son.
La severidad de los criterios alemanes no debe ser un motivo de satisfacción. Es la expresión de una necesidad. Podemos apostar lo que queramos a que la gente se ríe más en los bares deportivos que en los pasillos de los supermercados de productos biológicos, pero si los alemanes se rigen por la rectitud, ante todo es para poder soportarse a sí mismos.

Historia

La intocable universidad alemana

Dos letras, un punto y una larga historia: "En el Dr.alemán [doctor] se resumen varios centenares de años de historia cultural", afirma Süddeutsche Zeitung. El diario de Munich explica las razones por las que un título universitario adquirido de manera desleal acaba de hacer caer a una ministra, Annette Schavan.

Para los alemanes, este título honra a su portador con "una especie de nobleza", heredada del siglo XIX, época en la que la universidad era la más importante institución común a todos los Estados germanófonos, indica SZ.

Contrariamente a los italianos, que han hecho del "dottore" un personaje del que se mofa la comedia veneciana, a los austriacos, cuyo "Dr." satisface el gusto cotidiano por la pompa, a los franceses, para los que una "gran escuela" vale más que una universidad, o a los británicos, que miran el nombre de la escuela antes del del titulado, los alemanes están convencidos de que "la universidad alemana es el único y singular lugar del conocimiento". Incluso si "la realidad actual ya no corresponde" a esta idea.

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